jueves, 19 de enero de 2012

¡NO A LA SOPA!

La pregunta no deja de ser interesante: Una idea, ¿es propiedad de quien la piensa primero? ¿Es lo mismo un edificio que una obra de arte, que una canción, un poema, o un zapato, o un plato de porotos? ¿Qué hay en lo creado que sea del creador? ¿Existe la obra por sí misma, o en función de quien la ha creado?
Es cierto, llamamos “Teorema de Pitágoras” a la relación de los cuadrados de los lados del triángulo rectángulo... Pero los triángulos, ¿tenían esa relación antes que Pitágoras la planteara? ¿Qué es de Pitágoras? ¿La relación, o el haberla planteado primero?
Dicho de otra manera, ¿en qué se diferencia un invento de un descubrimiento? Y después, aquello que se inventa, ¿en qué forma es de quien lo inventó?
A todos nos parece razonable que cuando alguien escriba una canción, descubra un teorema matemático, o incluso invente un chiste gracioso, el “inventor” quiera que otros le reconozcan la autoría; después de todo, llegar a ese objeto, que puede ser abstracto o concreto, fue un mérito suyo. Pero el objeto en cuestión, ¿hasta qué punto es de esa persona?
Tal vez todos estaríamos de acuerdo en que es completamente absurdo, en el caso de un teorema matemático, que sólo su autor tenga derecho a usarlo. Pero ya no es tan descabellado que un inventor que descubre el movimiento continuo acelerado quiera guardar cierta exclusividad en el uso de su máquina... ahora, la pregunta es: ¿cuál es la diferencia entre el movimiento acelerado y un teorema matemático cualquiera? Después de todo, la clave del invento matemático no está en el objeto, sino en la idea que subyace a su elaboración. Todas las guitarras del mundo son distintas como objeto pero son todas “guitarras”. ¿Qué hubiera pasado si de pronto quien primero dio forma a una guitarra hubiera querido guardar para sí la exclusividad de su invento?
Si dos personas descubren paralelamente un mismo objeto (como ocurrió con el teléfono, por ejemplo), ¿quién lo inventó? ¿es de ambos? ¿o de ninguno de ellos? ¿O hay dos ideas diferentes (aunque iguales, ¡pero qué descabellado suena eso!) que son cada una de cada uno?
Digamos que hay tal cosa como la propiedad intelectual. Es decir, una firma que llevan todas las ideas, con el nombre de quien las elucubró en su mente primero. Supongamos que yo, en el colegio, un día me pongo a pensar en el ser de las cosas, y llego a la conclusión de que aunque los objetos perecen, hay algo en ellos que subyace y que además permanece aunque la corrupción destruya a dicho objeto. Y para resolver mi dilema, doy forma a una teoría metafísica sobre la existencia independiente de las Formas. Y luego, mucho tiempo después, me voy a enterar que casualmente, un compadre llamado Platón ya pensó lo mismo hace mucho, mucho tiempo. Bueno pues, la Teoría de las Ideas, ¿es de Platón, o mía? ¿Se la robé yo a Platón? ¿Cómo podría habérsela robado yo a Platón, si no sabía que esa teoría se llamaba “Teoría de las Ideas de Platón” cuando a mí se me ocurrió? Dicho de otra forma, ¿realmente inventé yo -o Platón- la Teoría de las Ideas, o ella preexiste a quien la piensa primero, de tal forma que es un descubrimiento y por lo tanto, es de Platón porque él la “descubrió” primero? ¿Existen los pensamientos antes de quien los piensa?
Pensemos ahora en un poema. Yo voy por la calle, me embobo con una muchacha bonita que va pasando por ahí, y le digo a un amigo: ¡Mira qué cosa más linda, tan llena de gracia, esa muchacha que viene y que pasa! ...y mi amigo me dice: “¿Como la Garota de Ipanema?” Y yo ahí recién me vengo a dar cuenta que he “copiado” a Vinicius de Moraes... Porque ese verso se le “ocurrió” a él primero, aunque no sé portugués y no sabía que eso decía su canción. O si un día sueño con una niña que me gusta en cuerpo de mariposa, y al día siguiente le escribo un poema a mi “mariposa de sueño”... ¿le estoy robando la idea a Pablo Neruda? En ambos casos, el verso en un caso y la metáfora en el otro no van ni para la misma persona en los dos casos ni son pensados por el mismo individuo. ¿Son iguales, o diferentes? ¿Es el poeta parte del poema, es la inspiración parte de la Obra, o ella es lo que es sólo en cuanto a su forma? Importante también, ¿es lo mismo decir “mira que cosa más linda” que “Olha que coisa mais linda”?
Digamos que la impronta del autor a la que hemos llamado Propiedad Intelectual no es sólo un garante de originalidad sino que es un elemento definitorio de un objeto. Que no importa cuántas fotocopias haga de “El Señor de los Anillos”, o cuántas veces lo copie a mano, ni en cuantos idiomas diferentes, “El Señor de los Anillos” será siempre de J.R.R. Tolkien y mi caligrafía será siempre mi caligrafía, y la calidad de impresión será siempre mérito del fabricante de impresoras. Que no importa las veces que alguien le dedique “Garota de Ipanema” a su polola, la canción siempre será de Vinicius de Moraes y de Tom Jobim, la interpretación será siempre del cabro enamorado y la guitarra será obra artesanal del lutier que la haya hecho.
Luego, habrá robo Intelectual, vale decir, habrá un atropello a esta “propiedad intelectual” así como la hemos definido, sólo cuando una persona transcriba la letra de Vinicius de Moraes y afirme que él la ha inventado. Cuando edite un disco compacto, o la interprete en un club, y la introduzca como “Garota de Ipanema”, composición mía. A este acto se le llama “plagio”.
No habrá robo intelectual en el caso de las ideas natas, por ejemplo, la Teoría de las Ideas, o el Teorema de Pitágoras, a menos que el ladrón presente las obras con las cuales el autor original planteó su descubrimiento, como suyas. En el caso de las ideas siempre será posible argumentar que hubo “una llegada diferente a un mismo lugar”, como el caso de la prueba de la existencia de Dios de Déscartes, que es una versión diferente del argumento de San Anselmo.
Ahora, un caso muy diferente es el Permiso de Copia.
Supongamos que un autor escribe un libro muy bueno. Él quiere que la gente lea su libro, y más aún, espera que la gente compre su libro para leerlo, y él espera, por lo tanto, ganar dinero de esas ventas. Va con un editor, y le muestra su libro. El editor lee el libro, ve que es bueno, y acepta imprimirlo, distribuirlo, venderlo, y dar una parte de esa ganancia al autor. La otra parte quedará para él, porque tiene que recuperar su inversión por la edición física de la obra.
Una vez que el libro se ha vendido y muchas personas ya lo recomiendan como una gran lectura, pensemos en que otro editor, al verlo, se da cuenta que él también podría ganar dinero vendiendo ese mismo libro. Va, y le dice al autor que le dará las ganancias por vender su nueva edición. Pero el autor le dice que eso no será posible. ¿Por qué? Porque él es dueño de la Propiedad Intelectual, pero su primer editor le ha comprado el Permiso de Copia. Si este nuevo editor quisiera también ganar y hacerle ganar a él -el autor- vendiendo el libro, tendría que comprarle a la primera editorial el permiso de copia de la obra, que es algo completamente aparte de la propia Propiedad Intelectual, que siempre permanece en el autor y siempre lo hará.
Ahora, supongamos que yo compro el libro, y un amigo quiere leerlo. Yo no lo he terminado de leer, pero le ofrezco que le saquemos una fotocopia, y así él también podrá leerlo. Al fotocopiar el libro, la copia se considera una versión “pirata” NO de la obra, sino del libro del editorial, puesto que el denominativo de “pirata” se refiere a la calidad física del objeto, no a la integridad de la obra en abstracto. Asimismo, cuando compramos un libro pirata en la calle, quien gana ese dinero es el que sacó la fotocopia, y probablemente no le envíe su tajada al autor. En ese sentido, la piratería hiere el bolsillo de los autores, pero no menoscaba su calidad de autor. No infringe la Propiedad Intelectual.
Cuando compro un disco de Iron Maiden, por ejemplo, y copio las pistas a mi computador, probablemente lo haga en formato mp3, u OGG. Como son archivos más livianos, he eliminado información -inaudible- del original, y es por lo tanto una versión pirata de la grabación de alta fidelidad que se hizo en el estudio del sello discográfico. Pero sigue siendo una canción escrita, compuesta e interpretada por Iron Maiden, por lo tanto, no he menoscabado la Propiedad Intelectual. ¡Es más! Si hago una copia sin pérdidas del disco mismo, lo que entra a mi computador es una réplica exactamente igual a la original que se hizo en el estudio donde grabó la banda, luego ni siquiera habría allí piratería. Si luego envío cualquiera de los dos archivos a un amigo, él recibe una réplica idéntica del mío en su computador, pero sigue siendo de Iron Maiden. No hay daño en la Propiedad Intelectual. Si grabo una copia y la vendo, la banda no recibirá su tajada, y ahí estoy infringiendo el Permiso de Copia, pero sigo vendiendo un disco de Iron Maiden.
Imaginemos ahora que una legislación intente equiparar los conceptos de Propiedad Intelectual a los de Permiso de Copia. Vale decir, que en toda réplica, en toda cita, en toda reinterpretación de una obra intelectual que ha caído ya en manos de un editor que se ha “reservado los permisos”, exista por lo tanto de forma inmediata exclusividad de uso. Todos recordaremos quizás ese divertido capítulo de Los Simpsons en el cual el abuelo Simpson divierte a la madre de Marge con una imitación de una película de Chaplin (unas papas en tenedores bailando), y de la nada salen unos matones y un abogado que “defiende los intereses de los herederos de la familia Chaplin” que proceden a destruir la “imitación no permitida”. Este pasaje del capítulo es gracioso, porque es absurdo. Nos reímos, porque es ridículo. Y si ocurriera en nuestra vida real, ciertamente, lloraríamos.
Congelada en el Congreso de los Estados Unidos está una ley que busca hacer esto realidad. Por sus siglas en inglés tiene el estúpido nombre de SOPA, pero ante su mención no debemos reírnos, sino ensombrecer nuestros semblantes y cerrar nuestros puños. Muchos ya hemos escuchado hablar de ella, pero pocos quizás dimensionan las consecuencias catastróficas que la aprobación de esta ley tendría en nuestras vidas, más aún si otros países del mundo acceden a colaborar con ella.
Dejemos las cosas claras; SOPA no protege -como se ha pretendido- la Propiedad Intelectual de las obras, protege a los dueños de su Copyright, es decir, su Permiso de Copia. Y con esto no debemos entender que protege a los autores, pues, aunque ustedes no lo crean, la mayoría de los autores no recibe ni el diez por ciento de lo que producen en total sus obras (en el caso de la literatura y de la música).
Tomando esto como punto de partida, ahora debemos entender claramente lo que SOPA nos dejará hacer, versus lo que no nos dejará hacer.
Un hombre escribe un libro, y lo publica a través de un editor. Yo compro un ejemplar. En tanto he comprado un ejemplar, he adquirido un permiso, una licencia, si se quiere, para disfrutar el libro. Como SOPA sólo atañe a internet, no al mundo real -¡todavía!- yo puedo prestarle el libro a mi tía y no me pasaría nada. Pero resulta que encontré una cita buenísima, y la quiero compartir en Facebook. Bien, como he copiado una línea de un libro que compré pero que tiene Copyright, SOPA autoriza a su gobierno para sancionarme. Claramente, por una cita no iré a la cárcel, pero un capítulo entero podría costarme una multa, la transcripción de todo el libro me puede meter un gran lío, y, de una u otra manera, igual mi cita desaparecerá y se me pedirá que no lo vuelva a hacer.
Lo mismo pasará con canciones, pinturas, fotografías, poemas, obras de arquitectura, slogans publicitarios, etcétera. No podrás bajar música (ni siquiera aquella de esos grupos raros que jamás han vendido en Feria del Disco), no podrás copiar texto de páginas web, ni descargar programas crackeados (si todavía usas Windows), también el youtube se limitará a estúpidas caídas de niños gordos en riachuelos, si es que nadie ha sacado patente comercial de eso también.
Y ahora la pregunta es, ¿Quién podrá seguir bajando música de internet? Claramente, los que lo hacen por Itunes, pero no los que recurrimos a Krafta o a Taringa. ¿Por qué? Porque el usuario de Itunes paga por sus descargas. Compra la pista.
¿Y quienes pueden pagar en Internet? Los que tienen PayPal, los que tienen tarjetas de crédito. Lindo, ¿verdad?
Internet fue construido, mejorado y desarrollado por hombres y mujeres que creían en un sueño; el libre intercambio de información. En un mundo donde la corrupción ha tocado a los gobiernos más insignes, donde la injusticia ha infectado todo tribunal, toda junta de amigos, todo grupo humano, en un planeta donde el robo ha tomado formas descomunales y de daños titánicos, Internet se ha convertido en sinónimo de libertad, en sinónimo de justicia, en sinónimo de Democracia, no la Democracia en el sentido abajista y enajenante de los gobiernos capitalistas, sino en la Democracia del espíritu, donde la verdad es el motor de la mayoría, donde el comportamiento masa es capaz de salvar vidas y lo hace día a día. Nosotros, chilenos, vivimos en un país donde comprar un libro nuevo es más caro que comprar leche para una familia de seis en un mes; donde comprar un disco es un privilegio y encontrar alguno de un artista underground es más difícil que achuntarle a la taza del baño meando desde afuera y con la puerta cerrada. Internet ha significado expandir la cultura, democratizar (en el buen sentido) el acceso a la información, el acceso irrestricto a la cultura, Internet es sinónimo de aprender en un país donde la educación pública es como los huevos y la privada cuesta un par de ojos de la cara. Wikipedia hoy por hoy contiene casi tanta información como la Encarta y a un nivel muy similar de verocidad, y es gratis.
Apoyar la Ley SOPA es sinónimo de apoyar el elitismo en la cultura y la educación, es la destrucción de la libertad, de la democracia en su sentido más puro, es la muerte de un derecho que fue central en un mundo tan rico y fructífero como el Griego y que estuvo ausente de nosotros hasta hace recién un par de décadas: Que las Ideas trascienden a quien las piensa. Que todos podemos tener acceso a ellas.
El mundo no puede permanecer ajeno a lo que está a punto de pasar. La aprobación de la Ley SOPA sería un cataclismo más terrible que el Holocausto, más devastador que mil terremotos. Será autorizar a nuestros gobiernos a revisar nuestra correspondencia, a asaltar nuestra privacidad, a vigilar nuestras conversaciones e intervenir en nuestra intimidad cibernética. Por citar a Mafalda, “La SOPA es a la [humanidad] lo que el Comunismo es la Democracia”. “Si quiere saber, tendrá que pagar por ello. Si quiere poder pagar, tendrá que trabajar. Y si quiere trabajar, tendrá que lamernos los testículos a nosotros”. ¿Y quienes son nosotros? ...Pues nadie lo sabe, pero son pocos. Muy pocos.

No se queden de brazos cruzados. Copien, peguen. Bajen música. Lean, infórmense. Consideren lo que significan esas notificaciones de “Your licence has expired” que su antivirus seguramente les clava encima cada vez que prenden su flamante Windows 7 (starter). Consideren si es normal que no sólo el computador, sino aquello que él es capaz de decodificar, tenga un precio. Reflexionen un momento si es justo, si tiene sentido, si cabe en una sociedad como la nuestra. Sopesen el daño que hará una Ley como la SOPA. Busquen sus beneficios -claramente, no los tiene. Y muévanse. No nos pueden meter presos, porque todavía Internet es seguro. Seamos uno, seamos invencibles, inmortales. Votemos. Pongamos “me gusta”, repliquemos, y estemos dispuestos a quebrar a cualquier compañía que pretenda quitarnos internet.
Internet es el Último baluarte de la libertad, dicen Anonymous. Internet es el Último Baluarte de la Democracia. Internet es nuestro; Defendámoslo. Igual que Mafalda, dile NO A LA SOPA.

¡NO A LA SOPA!


Inti Målai Perdurabo

COPYLEFT: Se autoriza la libre distribución de este ensayo por Internet.

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