miércoles, 30 de mayo de 2012

En algún lugar del tiempo


“El Viajero del Tiempo (que es como será conveniente llamarle) nos exponía un asunto para nosotros desconocido...”

H.G. WELLS, La máquina del tiempo

¡Cosa rara, el tiempo! Es una de esas palabras que provocan dolores de cabeza, porque en la vida cotidiana la usamos a destajo y con soltura, pero cuando tenemos que entrar a explicarla nos empezamos a enredar y vemos cómo la cosa no está nada clara. Uno en general acepta que es una forma de ordenar las cosas conforme ellas van pasando, para poder hablar de lo antes, de lo después y de lo mientras; pareciera ser un elemento del orden natural del mundo, como la extensión de los cuerpos en el espacio -su otro misterioso hermano.
Los físicos tienen un montón de teorías locas sobre el tiempo, concepciones descabelladas que nos harían volarnos la cabeza si acaso nos acercáramos a entenderlas, y como en general considero que estoy un poco más cerca del deschabetaje que el común de la gente prefiero mantenerme a respetuosa distancia de esas cosas (al menos por ahora). A pesar de que no tenemos una idea definitiva y clara de lo que es el tiempo, todos parecemos manejarnos bastante bien con él y en él; y en tanto no nos alejemos de la tierra los hermanos gemelos envejecerán todos a la misma velocidad y así, afortunadamente, nos veremos prevenidos de tener que estudiar astrofísica para resolver el misterio de nuestros conflictos existenciales.
El tiempo, ¿es algo que ocurra en nuestra mente, o en el mundo? Hay veces en que parece ir más lento, y otras más rápido; cuando nos entretenemos, las horas son segundos, y cuando nos aburrimos los últimos cinco minutos para terminar la tediosa actividad pueden convertirse en miles de días. Todo eso quizás nos lleve a creer que el tiempo es subjetivo. Pero hay que considerar ahora que, cuando dormimos, el viaje de la noche a la mañana parece ocurrir en un parpadeo, y sin embargo, prendemos la radio o miramos por la ventana y de inmediato nos damos cuenta de que las cosas allá afuera siguieron su ritmo normal mientras nosotros dormíamos; eso lo hace bastante objetivo...
Con todo y la enorme confusión que parece significarnos el tiempo, es muy curioso notar que, sea de la naturaleza que él sea, ya lo tenemos bastante bien internalizado en la cabeza, porque somos capaces de encontrarle sentido a propuestas y afirmaciones que atentan contra el curso normal del tiempo.
Ya bastantes problemas tenemos con el tener que entender qué diablos es el tiempo; más encima, vienen algunos macabros escritores y directores de cine a mostrarnos representaciones de los viajes en el tiempo, ¡Como si acaso fuera posible viajar en el tiempo!
Pero bueno, a ver; ¿son posibles los viajes en el tiempo? Yo digo que sí. Y mis motivos para hacerlo son bien simples: cuando vemos o leemos una historia acerca de un viaje en el tiempo, podemos juzgarlo con el escrutinio de la razón más allá de pedirle las especificaciones técnicas a la máquina del tiempo y preocuparnos sólo de considerar los efectos y resultados de ese viaje. Dicho de otra forma: El sentido común es capaz de aceptar que sean posibles los viajes en el tiempo, más allá de preguntarse cómo de hecho ellos puedan realizarse.
Pero viene ahora una cuestión interesante; decíamos hace un rato que quizás de las muchas disquisiciones que uno puede hacer sobre la naturaleza del tiempo, las dos más importantes (excluyendo la de los físicos) son sin lugar a dudas las respuestas ontológicas (“oh, mírenme, estudio filosofía y uso la palabra 'ontológica' ”) a la pregunta por el tiempo: esto es, si él depende de nuestra percepción, o es algo que anda dando vueltas allá afuera, en el mundo.
¿Y por qué es importante? Se preguntarán. Porque, ni más ni menos, es nuestra forma de considerar el tiempo lo que hace que nos haga sentido una u otra versión de los viajes en el tiempo, porque en general las películas que vemos y los libros que leemos adscriben a una o a otra dependiendo de -probablemente- la forma en que su autor conciba el tiempo. Y mi esfuerzo en esta ocasión para todos ustedes mis queridos atentos es mostrarles cómo estas formas son sólo dos salidas en calidad idénticas para salvar el problema y NO HAY -como se suele creer- una correcta y otra incorrecta (o probablemente lo haya pero nada pone más manzanitas al lado de allá que al de acá de esta balanza).
Ejemplos de viajes sobre un tiempo objetivo (el tiempo existe en el mundo, indiferente del sujeto): 12 monos, Futurama, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, etc.
Ejemplos de viajes sobre un tiempo subjetivo (el tiempo existe en la mente del individuo): Volver al futuro, Efecto mariposa (la película), etc.
Ahora procederé (léase en tono de profesor de anatomía dirigiendo una cirugía con estudiantes de medicina presentes) a hacer mi hermosa formalización comparativa que me pasé una semana diseñando:
En un mundo donde no ocurren viajes en el tiempo, el “tiempo del mundo” [t(m)] es igual al tiempo de cada uno de sus individuos [t(i)]. Esto lo podemos representar de la siguiente manera:

t(m) |--------------------------------------------------------------------------------------->
t(i)   |--------------------------------------------------------------------------------------->

Ahora bien, consideremos primero un mundo posible en el que ocurre un viaje en el tiempo y el tiempo es subjetivo (usaré de ejemplo la película volver al futuro). El tiempo de Marty McFly -o “El Viajero del Tiempo”, v, que es como será conveniente llamarle- es por lo tanto independiente del tiempo del mundo; pero ambos tiempos están relacionados; ergo, el tiempo del mundo dependerá del tiempo del viajero.
Quizás sea más claro (o quizás no. No me importa) en la gráfica:

t(m) |1920---1930---1940---1950---1960---1970---1980----1990--->
t(v)  |-----------------------------------------0-------10------17----------->

De acuerdo con la Wikipedia y su fuente infinita de conocimiento, el viajero del tiempo nació en t(m)=1968 (esto significa: el año 1968 del tiempo del mundo). Por lo tanto, cumple diez años en t(m)=1978 y diecisiete en t(m)=1985. Pero veamos lo que va a ocurrir a continuación...
El 25 de octubre de 1985 el viajero, a bordo de un De Lorean DMC-12 modificado para poder hacer viajes en el tiempo (debe haber perdido la garantía de fábrica tras esos ajustes...) sale disparado hasta el 5 de noviembre de 1955. Realiza cambios sustanciales en su propio pasado y luego, el 12 de noviembre, vuelve al 25 de octubre de 1985 y descubre que su mundo ha sufrido los cambios del “efecto mariposa” que produjeron sus propias modificaciones al pasado.
El Viajero en este caso es capaz de comparar el mundo antes del viaje y después del viaje, por lo tanto, SU tiempo, es decir, el tiempo que corre en su mente, no ha perdido linealidad; él puede hablar del “primer” 1985 y del “segundo” y recordar ambos. Pero el tiempo del mundo ha sufrido modificaciones sustanciales. ¿Confuso? ¡A la bati-gráfica!

t(v)  |0------------------10-----------viaje----------------viaje-------------------->
t(m) |1968-------------1978---------25/10/1985...
t(m')                                        …|25/10/1955-------12/11/1955...
t(m'')                                                                    ...|12/11/1985----------->

Como la gráfica intenta explicar (en mi cuaderno se ve infinitamente más lindo y ordenado), las acciones del viajero del tiempo modifican el tiempo del mundo; dicho de otra forma, abren nuevos mundos posibles que son como copy-paste del mundo inmediatamente anterior, pero recortado hasta la fecha hacia la que viaja nuestro amigo. Así, donde se inicia t(m') dicho “mundo prima” es en todo igual al mundo m, desde el big bang hasta el veinticinco de octubre de 1955, fecha hacia la cual el viajero ha “saltado”, por así decirlo, desde el 25/10/1985 del t(m) original. Luego de hacer cambios, el viajero vuelve a “saltar” desde el 12/11/1955 hacia un mundo prima-prima, que es un mundo posible en todo idéntico al mundo prima desde el big bang hasta el doce de noviembre de 1985.
Es claro que el mundo m y el mundo m'' no son el mismo mundo; porque en uno el viajero tiene un padre pusilánime y patético y en el otro tiene a un exitoso y sexy hombre de negocios, por ejemplo. Y es claro que los mundos m' y m'' no son idénticos, puesto que si fueran iguales sus tiempos serían iguales, y si lo fueran, el viajero tendría que haber esperado los treinta años para llegar al 12/11/1985... ¿se capta la idea?
Ahora hay que notar algo interesante; el viajero ha pasado del t(m) al t(m'') pasando por el t(m'), que fueron sus semanas en el mundo de juventud de sus padres (tal como había sido en el mundo del que él venía, es decir, sin las intervenciones que él haría). Pero cuando vuelve al mundo m'', su gente lo recuerda; todo parece haber transcurrido de la misma forma como ocurrió en el mundo m, sólo que con las modificaciones específicas que él realizó; por lo tanto, diremos que la coherencia de este mundo es discreta. (A diferencia de la película efecto mariposa por ejemplo, donde la coherencia es continua, y justamente se juega con las enormes consecuencias que tiene en el futuro el cambio en el pasado (por lo que tengo entendido, porque no he visto la película entera)).

Ahora pasemos al análisis de los viajes en tiempos objetivos. Estos son sin lugar a dudas los más rompecabezas (no en el sentido de puzzle sino en el otro sentido, el literal) y por lo tanto los más entretenidos.
Mi ejemplo paradigmático será Futurama. En el episodio 3ACV19 (una vez más, Wikipedia) la tripulación de Planet Express viaja al pasado por error (año 1947) y Fry, luego de varios ires y venires, termina acostándose con su abuela y así se descubre a sí mismo como siendo su propio abuelo. (Esta es una ridiculización de la “paradoja del abuelo”, un argumento contra los viajes en el tiempo, pero saltémonos eso por ahora...)
Pasemos al estudio de la gráfica:

t(m) |1947--------------1974-------2000-----------------3000------------------?---??--->
t(v)                        …|Nace v----v viaja en el tiempo...
t(v')                                                                   ...|v' descongelado---v' al pasado...
t(v'') |v'' se acuesta con su abuela y vuelve a viajar en el tiempo...
t(v''')                                                                                                      ...|v''' y así...

(recuérdese que v es el viajero del tiempo)

Esta vez la gráfica es totalmente distinta; si en la primera era el mundo el que iba cambiando, en la segunda el mundo permanece siempre igual, y el tiempo del mundo lo que hace es establecer la conexión entre diferentes viajeros que van ocurriendo en tiempos diferentes; el primer viajero v no sabe (aún no ha ocurrido para él) que él es su propio abuelo; pero en el tiempo del mundo ya ha ocurrido. Si antes el copy-paste era de un mundo posible a otro, aquí es la línea de vida de un individuo que fue sólo cortada, diseminada por encima del t(m) y pegada en diferentes puntos, y lo que respeta la secuencia entre cada pedazo son los viajes en el tiempo que van juntando t(v) con t(v'), t(v') con t(v'') y así sucesivamente.
Las consecuencias de este análisis son mucho más poderosas de lo que parecen; En la paradoja del abuelo que mencioné más arriba, se dice que uno no puede volver al pasado y matar a su propio abuelo, porque eso me impediría nacer y abriría un bucle infinito de contradicciones. Pero es que eso no puede pasar en el tiempo objetivo, pero sí en el subjetivo; si un viajero del tiempo vuelve al pasado y mata a su abuelo, luego al volver al futuro aparece en un mundo donde él no nació, pero el mundo posible en el que se encuentra no afecta en forma alguna el mundo del que él viene originalmente, que es donde él nació y es causa suficiente para su propia existencia.
En el mundo con tiempo subjetivo el viajero es libre; puede ir y venir de mundo en mundo (de tiempo en tiempo) haciendo cambios a voluntad. En cambio en el mundo con tiempo objetivo el viajero no es libre; sus viajes en el tiempo son una necesidad para la coherencia interna del mundo, que es el único mundo posible.
En general, la gente que rechaza la posibilidad de los viajes en el tiempo porque 1) se pueden provocar paradojas y 2) implican aceptar la predestinación, están pensando en términos de un tiempo objetivo (Es interesante notar que en Volver al futuro se flirtea peligrosamente con el tiempo objetivo, ya que cuando el m' se aleja mucho del m Marty comienza a notar las consecuencias de “impedir su nacimiento”, como sus mareos o la desaparición de sus hermanos en una fotografía. Pero salvando estos detalles la parte sustancial de la historia sobrevive a mi análisis como tiempo subjetivo). Por otra parte, la gente que ve el tiempo como un contenido subjetivo de nuestra mente acepta sin más que uno puede ir y venir para salvarle la vida a una estrella de rock o impedir que un episodio vergonzoso de la vida tenga lugar, para luego retornar al presente a disfrutar las maravillas de esos cambios. Aunque esta salida aparece como la más ingenua, ella se sustenta en algo que no es tan ingenuo, es decir, la apreciación subjetiva del tiempo, algo que claramente es anti-intuitivo.
Vuelvo a remarcar que esta discusión excluye a quienes están familiarizados con el tiempo tal como lo conciben los físicos y astrofísicos contemporáneos (concepto de tiempo al que podríamos llamar tiempo complicado, en contraposición a mis versiones objetiva y subjetiva. Y se llama complicado por las dificultades que pone para entenderlo, no por alguna otra propiedad intrínseca de la teoría misma).
Espero que lo hayan pasado bien leyendo mi trabajo, espero también que lo hayan entendido; Si alguien quiere hacerme acotaciones, correcciones, críticas o alabanzas, los invito a comentar al pie de esta nota aquí mismo, en la granja. Si recibo -por fortuna- varias interesantes respuestas, puedo hacer otro ensayo contestándolas.
Para finalizar quiero referirles una anécdota divertida que me vino a la mente mientras escribía:
Estaba en segundo medio cuando el profesor de inglés nos pidió que en grupos diseñáramos -durante el fin de semana- un invento que luego tendríamos que explicar y defender ante la clase -obviamente, en inglés (¿innovadoras prácticas pedagógicas?). Con mi amigo de pupitre -y del alma- nos dispusimos a ponerle todo el empeño que el ramo merecía y a tal mérito llegamos el lunes con nuestras manos vacías. Teniendo que disertar, y como yo en esos años era un poco más payaso que ahora, nos paramos delante de la clase y en esa pronunciación poco elegante del chileno cuando habla inglés expliqué al auditorio que con Carlos habíamos inventado “The ultimate time machine”; que nos habíamos pasado todo el fin de semana construyendo nuestro invento, pero que cuando lo terminamos quisimos probarlo y lo enviamos veinte años al futuro... Por lo que no habíamos traído el proyecto a la clase porque todavía quedaba su resto para poder recuperarlo. ¡Jojo!

Que tengan una linda semana.

Inti Målai Perdurabo

miércoles, 9 de mayo de 2012

InZania (ó el Nuevo Mundo Feliz)


En The Truman Show (esa espectacular película interpretada por Jim Carrey y dirigida por Peter Weir) vemos una curiosa entrevista al genio creador y director de la utópica y diabólica Seahaven en la que vive Truman:
ENTREVISTADOR: “¿Por qué cree que Truman nunca acierta a descubrir la verdadera naturaleza de su mundo?”
CHRISTOF: “Aceptamos la realidad del mundo que nos es presentada”.
¿Por qué Christof, si sabía que Truman “aceptaría la realidad del mundo” que él le presentara, lo pone en una grotesca variante del mundo real?
La pregunta surge de nuestro propio mundo: los reality shows más exitosos suelen ser aquellos en los que los participantes son llevados a condiciones extremas o fantásticas; significan una forma de evasión para el espectador. Pero no es cierto que la propia película no entregue una respuesta: “Ya nos hemos cansado de ver a actores que nos transmiten emociones falsas, estamos cansados de fuegos artificiales y efectos especiales. Si bien el mundo en que habita Truman es falso, él no tiene nada de falso. Ni guiones, ni apuntes. No siempre es Shakespeare, pero es auténtico. De esta manera se sustenta todo un canal”.
¡Curiosa paradoja! Sólo en la más grande mentira es posible mostrar al hombre más puramente auténtico, más puramente real. Christof afirma que “No sólo nos proporciona un vislumbre de la verdad, sino un vislumbre de nosotros mismos”. El mundo que vive Truman es un brave new world; cuando ya está a punto de salir, el creador de Seahaven intenta todavía convencerlo: “Truman, no existe más verdad ahí afuera que en el mundo que creé para tí. Las mismas mentiras y engaños. Pero en mi mundo no tendrás nada que temer”.
Pero volvamos un poco atrás, a una frase que destaqué en el párrafo de más arriba. “De esta manera se sustenta todo un canal”. Y un poco más adelante: “...como el programa se emite durante veinticuatro horas al día sin cortes publicitarios, todos sus asombrosos beneficios proceden de la publicidad indirecta”. Y Christof responde inmediatamente después: “Sí, todo cuanto se ve en el programa está a la venta, desde la ropa de los actores y los productos alimenticios, a las propias casas donde viven...”
¡Bingo! ¿De qué otra forma podría haberse sustentado este programa, si el mundo presentado no hubiera podido ser un descomunal mostrador? Y ésta es, para mí, la respuesta definitiva a mi primera pregunta.
La película busca en cierta forma mostrarnos a un Christof que es algo más que un titiritero o un Gran Hermano; nos conduce a creer que es una suerte de artista con poco sentido de la ética y una idea descomunal con mucho presupuesto disponible. Pero quitemos de en medio a este Christof y centrémonos exclusivamente en el Truman Show (“True-man Show”; “Reality Show”). ¿Cabe preguntarse si es posible concebirlo, sin tener a la cabeza un romántico buscador del actor sincero?
El programa genera riquezas iguales al “producto interno bruto de un pequeño país” (algo que para cuando el guión se escribió debió sonar espectacular, pero hoy no es ninguna maravilla considerando lo pobres que son los pequeños países y lo ricos que son unos cuantos zoquetes en el primer mundo); pasa publicidad todo el día, en una vitrina cambiante que es capaz de exhibir sin conflicto todas y cada una de las marcas de todos los rubros imaginables, desde comida chatarra hasta soda cáustica; y lo mejor de todo: Ilustra de una forma vívida y grotesca lo feliz que puede ser la vida en el seno de la sociedad capitalista.
Seahaven es un comercial de “Papel Confort” de veinticuatro horas por trescientos sesentaicinco días del año; una pesadilla. Y sin embargo, ¡tiene récord de audiencia! ¡La gente deja prendida la televisión mientras Truman duerme! ¡Pero claro que no necesita a Christof! ¡Cualquier canal de televisión (partiendo por Canal 13) querría tener al aire semejante mina de oro!
En mi opinión The Truman Show es la crítica más hermosa y más despiadada a la cultura (si se le puede llamar tal) televisiva de nuestro tiempo. Es la pesadilla del mundo feliz, y no porque sólo “finja” mostrarnos las falsas maravillas de la sociedad de consumo, sino porque allá adentro hay un pobre weón que se lo cree.
Ahora ejercitemos un poco la imaginación y traslademos Seahaven a nuestras ciudades, por ejemplo a Santiago de Chile, a menor escala, sin cámaras de televisión, no como un escenario gigante sino como un parque temático. Un parque temático donde todo está a la venta; donde cada puerta, cada ventana, incluso el suelo que pisas es una marca comercial. Donde, al igual que en el mundo de Truman, la sociedad de consumo es perfecta: la gente trabaja feliz, no hay sindicatos ni derechos laborales, todos reciben sueldos que pueden invertir en consumir lo que sus vecinos y amigos venden en la puerta del lado. Una ciudad sin barrios residenciales: todo está destinado al trabajo, a la producción y al flujo de dinero. Y como guinda de semejante torta: es para niños.
Damas y caballeros, este Seahaven no es sólo una elucubración macabra de mi mente, es real, se llama KidZania y abre en Santiago de Chile durante este año 2012. No en el centro, no en La Florida, sino que en el corazón comercial de Las Condes: El parque araucano. Un mundo a pequeña escala donde sus hijos (o los hijos de los padres que podrán pagar la entrada) aprenderán el valor del dinero y del trabajo. Desde chiquititos. Para que tengan las cosas claras desde abajo. “Para que sepan cómo es el mundo real”.
El proyecto no es para nada nuevo; nació en México en 1999. Curiosamente, coincide con la fecha en que el parque temático más hermoso que ha tenido Chile, “Mundo mágico”, cerró sus puertas para siempre. Y hoy, doce años después, ya se preparan las nuevas minoritarias generaciones para recibir lo último en entretención fictiva: una figuración en miniatura de cómo debe ser el mundo en el que vivir es perfecto.
Son los mismos niños que ven Disney Channel y que piensan que para ser estrella de rock no necesitas talento, ni esfuerzo; sólo tener una buena pinta y esperar a que un productor inescrupuloso te descubra. Los mismos niños que entrarán a estudiar a universidades privadas porque “no se van a paro”; los mismos niños que quizás participen de las pastorales de los colegios y vayan a hacerles casas a los pobres porque “no tuvieron la misma suerte al nacer”. Los mismos niños que se casarán por la Iglesia y manejarán autos lujosos (como los que pueden manejar en KidZania) desde su casa hacia el trabajo.
Y ante este espectáculo uno calla, ríe por lo bajo, y luego -no queda otra cosa- reflexiona.
Durante el régimen nacionalsocialista en Alemania existía algo llamado las Hitlerjugend (juventudes hitlerianas); una especie de programa para niños parecido al de los scouts donde los jóvenes alemanes aprendían los valores del liderazgo y la camaradería, el goce de la vida al aire libre, la disciplina y la obediencia, y los principios morales del pensamiento nacionalista. Algo parecido vemos en 1984 de Orwell, donde los niños eran adiestrados en el amor al Gran Hermano y así el Estado se proporcionaba una manera de vigilar a sus ciudadanos desde su propia casa.
La Hitlerjugend era maravillosa; los niños pasaban tiempo de calidad en la montaña y hacían grandes amistades. En KidZania pasa algo similar, sólo que está en la falda de una montaña y debajo de un galpón.
Se podría argumentar: “Las Hitlerjugend enviaron a niños a una muerte segura al frente; y les enseñaron cosas execrables para la moral cristiana y civilizada del mundo libre, tales como el racismo y la violencia”. Yo respondo: “No lo matará a él, pero disparar y acaparar riqueza son sólo dos maneras diferentes -una más directa que la otra- de matar al prójimo. Y si hablamos de racismo, y si hablamos de violencia, no darle la mano al empleado o no darle trabajo al chico de pelo largo son, de ellos, las formas más despiadadas que conozco”.
Donde ellos ven -o quieren ver- líderes emprendedores, yo veo futuros ricos despiadados e inescrupulosos. Viejos de mierda de esos que no necesitamos más en este país, los unos ocupando cargos políticos, los otros ganando plata en lo alto de una oficina con vista a la cordillera.
Y sin embargo, quiero creer que no es intencional; quiero creer que en estos doce años nadie se ha dado cuenta de lo que KidZania significa; quiero creer que no es cierto que esto está hecho y pensado en vistas a lo único que veo cuando observo lo que KidZania significa, y que aquí denuncio.
Quiero creer que esto es una consecuencia histórica, es sólo un síntoma más de la enfermedad social que asola a Chile y que se llama Liberalismo; quiero creer que el mercado hizo su elección ciega, que todo esto es sólo la consecuencia lógica del mismo proceso que lleva a los hombres de negocios a decir que “este podría ser uno de los mejores países del mundo”. Quiero creer que en sus pequeños y limitados cerebros existe la ingenua y ridícula convicción de que KidZania es un inocente parque de diversiones.

Es curioso notar que los Kidzos (el dinero que se maneja al interior de KidZania, similar a la plata de papel que viene con los monopoly) traen impresos los “derechos del niño”. Pues bien, aquí les dejo uno que se les quedó en el tintero: Dejen que los niños sueñen. ¡NO! Con ser doctor o policía. ¡Maldición, de esos ya tenemos tantos! No; permitan que nuestros niños sueñen con mundos hermosos, con mundos llenos de magia, con mundos llenos de seres fabulosos y piratas del espacio exterior. En las grandes epopeyas están los grandes arquetipos. Que nuestros hijos lean a Tolkien, lean a Dahl, que vean películas llenas de colores y carentes de significado para que descubran ese mundo “muy complejo” que está en su imaginación.
Una persona que no conoce la poesía, que no vive la creatividad, es un muerto. Se mueve, come, se ríe, pero vuelve a la tumba igual como salió de la vagina de su madre. En el arte está la verdadera vida, en la libertad de conciencia está la verdadera libertad; más allá del capitalismo, más allá de la democracia, hay un mundo encima y alrededor del mundo al cual es posible llegar escapando de éste.
Nadie puede decirse a sí mismo “he crecido” sin leer a Hesse o ver La Guerra de las Galaxias. De igual forma, uno de mis más influyentes mentores me dijo una vez que no se puede salir a la calle sin haber visto Digimon o Terminator.
Si quiere entretener a su hijo o hija el fin de semana, no lo lleve a KidZania; siéntense juntos a ver una película (le recomiendo mi vecino Totoro, o El Castillo ambulante, ambas de Ayao Miyasaki). Si no puede llevarlo a KidZania por distancia o dinero, o si no tiene plata para comprar o descargar una película, consígale un libro (le recomiendo los Harry Potter, fáciles de conseguir fotocopiados en buena calidad). O por último salga con él a chutear la pelota. Y si no quiere o no puede pasar tiempo con él, llévelo a Scout; tiene todos los beneficios de la Hitlerjugend, pero sin el adoctrinamiento ideológico.
No dejemos que muera la magia, que muera la fantasía en la infancia. No llevemos a nuestros niños a probar “un poco de lo que les espera cuando grandes”. No tratemos de hacerles creer que podría ser entretenido. Dejemos que abran la puerta, que crucen el cielo. No los entreguemos al Christof de manos invisibles, líder emprendedor, caníbal y asexuado, que busca hacerles creer que el sentido de la vida es tener plata para poder pagarse una buena tumba.


“– Sí, Bigelow, uno de aquéllos. Allí ardieron Poe y Lovecraft y Hawthorne y Ambrose Bierce, y todos los cuentos de miedo, de fantasía y de horror, y con ellos los cuentos del futuro. Implacablemente. Se dictó una ley. Oh, no era casi nada al principio. Mil novecientos cincuenta y mil novecientos sesenta. Primero censuraron las revistas de historietas, las novelas policiales, y por supuesto, las películas, siempre en nombre de algo distinto: las pasiones políticas, los prejuicios religiosos, los intereses profesionales. Siempre había una minoría que tenía miedo de algo, y una gran mayoría que tenía miedo de la oscuridad, miedo del futuro, miedo del presente, miedo de ellos mismos y de las sombras de ellos mismos.
Ya.
Tenían miedo de la palabra “política”, que entre los elementos más reaccionarios acabó por ser sinónimo de comunismo, de modo que pronunciar esa palabra podía costarle a uno la vida. Y apretando un tornillo aquí y una tuerca allá, presionando, sacudiendo, tironeando, el arte y la literatura fueron muy pronto como una gran pasta de caramelo, retorcida y aplastada, sin consistencia y sin sabor. Poco después las cámaras cinematográficas se detuvieron, los teatros quedaron a oscuras, y de las imprentas que antes inundaban el mundo con un Niágara de material de lectura, brotó una materia inofensiva e insípida, como de un cuentagotas. ¡Oh, hasta el “entretenimiento” era extremista, se lo aseguro!
¿De veras?
Así es. El hombre, decían, ha de afrontar la realidad. ¡Ha de afrontar el Aquí y el Ahora! Todo lo demás tiene que desaparecer. ¡Las hermosas mentiras literarias, las ilusiones de la fantasía, han de ser derribadas en pleno vuelo! Y las alinearon contra la pared de una biblioteca un domingo por la mañana, hace treinta años. Alinearon a Santa Claus, y al jinete sin Cabeza, y a Blanca Nieves y Pulgarcito, y a Mi Madre la Oca.... Oh, ¡qué lamentos!, y quemaron los castillos de papel y los sapos encantados y a los viejos reyes, y a todos los que “fueron felices por siempre”, pues estaba demostrado que nadie fue feliz por siempre, y el “había una vez” se convirtió en “no hay más”. Y las cenizas del fantasma Rickshaw se confundieron con los escombros del país de Oz, e hicieron unos paquetes con los huesos de Ozma y Glinda la Buena, y destrozaron a Polícromo en un espectroscopío y sirvieron a Jack Cabeza de Calabaza con un poco de merengue en el baile de los biólogos. La Bella Durmiente despertó con el beso de un hombre de ciencia y expiró con el fatal pinchazo de su jeringa. Hicieron que Alicia bebiera algo de una botella que la devolvió a un tamaño donde no podía seguir gritando “más curioso y más curioso” y rompieron el Espejo de un martillazo y acabaron con el Rey Rojo y la Ostra.

Ray Bradbury, CRÓNICAS MARCIANAS. Abril de 2005: Usher II.
(las negritas son mías)


Inti Målai Perdurabo

PS: Espero que disculpen lo elevado del tono en algunos pasajes, pero he de reconocer que estas cosas francamente me sacan de quicio.