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lunes, 13 de octubre de 2014

Todo lo que necesitas...

Algo que siempre me ha llamado la atención de la música popular es que por regla amplia y general aquella que posee un cierto lineamiento político o compromiso social explícito es de izquierda o de “tercera opción” (léase: anarquismo, nacionalsocialismo, etc), mientras que las canciones y los grupos ideologizados “de derecha” son muy escasos, si es que acaso existen (yo nunca he escuchado alguno al menos).
Lo he comentado varias veces con amigos de formación filosófica más profunda que la mía en el área y siempre coinciden en que una de las aristas de la enajenación es, precisamente, la des-politización de todos los ámbitos de la vida social. Dicho menos en palabras del planeta Marx y más en palabras terrícolas esto es como decir que la gente de derecha por lo general se considera por encima o por fuera de “lo político” (entendido por supuesto en un sentido muy superficial), implicando con ello que no consideran que todo tenga contenido político, si es que acaso algo lo tiene, más allá de la política en sí (como las campañas electorales o la afiliación a los partidos).
Estas ideas me han hecho eco a lo largo de los últimos años, sobre todo por su instanciación en casos concretos; por ejemplo, cuando escuchaba a mis familiares-con-plata y a otros cultos e informados simpatizantes de la derecha denunciar que Camila Vallejos y otros dirigentes estudiantiles durante el movimiento de 2011 habían desvirtuado el problema de la educación al politizarlo. O si no, me ayudó a comprender por qué las listas de derecha para las federaciones estudiantiles no sólo de mi universidad sino de otras solían ofrecer en sus campañas completadas y actividades deportivas, y mofarse de la “tonto-gravedad” de los demás candidatos; y me ayudó a comprender en retrospectiva una confidencia que me hicieron una vez, de que los dueños y directores del diario The Clinic eran de derecha.
Esto conecta de forma más o menos cercana con otra reflexión (que ya he compartido en este blog, creo) según la cual llego a concluir que la ideología de derecha no puede defenderse a la vez racional y éticamente, lo que nos obliga a aceptar que la gente de derecha es, en general, o tonta o malvada. Esto como siempre lo defiendo abiertamente, y espero no ofender a nadie al decirlo, pero me parece que es un hecho concluso que las personas de derecha a) o bien no comprenden las consecuencias sociales (la profunda injusticia, la deshumanización del trabajo y la enajenación, la explotación humana y medioambiental, etc) que derivan de sus creencias y que no pueden ser solucionadas dentro del sistema (ya que se siguen por fuerza de necesidad de postulados básicos de su visión de la sociedad y la economía) o bien b) las conocen y están de acuerdo con ellas, si bien a la hora de emitir opiniones son más bien cuidadosos con la forma de hacerlo.
Esto explicaría, a mi parecer, por qué la música de derecha es en general tan vacía de contenido político; en general porque, desde la derecha, no hay mucho que defender ni mucho de qué jactarse. El capitalismo y sus múltiples variantes han explotado al mundo y a la gente durante los últimos (digamos) doscientos años, y no lo ha hecho en nombre de ningún ideal elevado que lo justifique, de ahí que la gente que se ha visto beneficiada por el modelo no quiera, por lo general, hablar de política, y prefiera asumir más bien la cómoda posición de apelar a esa “suerte que hay que tener al nacer”, como decía la canción de Ska-P. Eso también permite entender por qué los cantantes que no tienen lineamientos declarados de izquierda y apuntan a ese “otro” sector no escriban canciones de temática social y se centren en el amor, en las historias simpaticonas o en el “pa pa pa” del que se burlaban los Prisoneros; y explica a su vez que cuando sí escriben canciones con “conciencia social” lo hacen desde las categorías pusilánimes del sentimentalismo y la caridad de corte cristiana, como el caso de la abominable We are the world de Michael Jackson o la lloricona Another day in paradise de Phil Collins.
Todo esto tuvimos oportunidad de comentarlo anoche con Teresita (ella estaba de hecho un poco más molesta y contrariada que yo), luego de ir a escuchar al grupo Beatlemanía en el club deportivo Manquehue en Vitacura. Excepción hecha de la calidad del espectáculo (que, en mi opinión, y considerando que no es la primera vez que los escucho, dejó mucho que desear), lo que más nos llamó la atención fue la forma en que es posible extirparle el contenido político a una manifestación artística y convertirla, en el acto, en un producto vacío, liviano para el consumo y agradable para las masas. No creo que los Beatles sean un grupo ideológico de izquierda -ni mucho menos-, pero creo que es evidente que existe un potente contenido político de crítica y de subversión que es transversal a toda su carrera y a los genios detrás de sus composiciones, sobre todo en John. Había muchos y muy variados asistentes anoche (la magia del transporte público y las actividades gratuitas), pero la mayoría era (y debo decirlo con algo de tristeza) del mismo vecindario, o de las comunas cercanas (mal que mal, la actividad la pagaba y organizaba la municipalidad de Vitacura, como no dejó de recordárnoslo el despreciable hombre que presentó al grupo). La escena me recordó una anécdota que Mario Olguín, curiosamente, no contó anoche: la de los fabulosos cuatro tocando delante de la corte británica, cuando su líder dijo al público presente: “los que se sientan en el gallinero pueden aplaudir... a los de los palcos, basta con que hagan sonar sus joyas”. Por supuesto la gente hoy no usa joyas y ayer no se oía el tintineo, pero lo que sorprendía tenía en parte que ver con eso mismo: la gente allí presente que podría haber llevado joyas en otro tiempo (o ayer mismo, quizás, si la actividad no hubiera sido gratuita) había asistido a escuchar un tributo a ese grupo sensación de los sesenta, los récord de ventas en todo el mundo, la música que bailaban en su juventud, y no al cuarteto de adolescentes irreverentes de pelo largo, provenientes del humilde puerto de Liverpool, que descubrieron el sublime encanto de las drogas en sus viajes por la India y que, entre otras muchas cosas, fueron grandes referentes culturales de la revolución de las flores. Veían a Lennon como un “idealista”, alguien que “luchaba por la paz” y se “equivocó algunas veces”; celebraban todas esas canciones -alegres y entretenidas, no lo dudo- huecas del primer período de fama del conjunto de Liverpool, y se llevaban a casa la buena impresión de un gran espectáculo, familiar, simpático y acogedor, pero absolutamente enajenado del contexto de producción original de esa obra.
Lo más bonito fue el final, cuando cantamos todos a coro All you need is love, y una Teresita de brazos cruzados al lado mío me recordaba lo esencial de todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor: “es muy fácil decir que todo lo que necesitas es amor cuando no eres un niño muriendo de hambre en África”. La acidez de su comentario (que, por supuesto, yo recibí como perfectamente atinado) me hizo pensar dos cosas: en primer lugar, la forma grosera en que el mensaje de la canción se había distorsionado en la cultura popular (no es un “Todo” amplio, sino sólo aplica a las cosas que uno intenta hacer, como cantar una canción o escribir algo, de acuerdo a lo que la misma letra dice. Desde ese punto de vista, no tiene contenido social porque nunca pretendió tenerlo), y la forma más grosera todavía en que se lo llenaba de una profunda carga de conformismo. Recapitulando en mi experiencia pasada, noté que con dos o tres significativas excepciones (los más grandes beatlemanos que he conocido), las personas que me sacaban la canción para ejemplificar algo siempre lo hacían en este sentido amplio y flojo, cómodo y hueco, el que la mayoría de esa gente anoche trashumaba y que mi polola me denunciaba entre dientes.
Esto por supuesto contrasta también con el contexto mismo en que Lennon escribió y presentó la que en varias ocasiones ha sido considerada la mejor canción de los Beatles (y que, dicho sea de paso, es la única canción escrita en siete cuartos que ha conseguido llegar al primer puesto en los rankings estadounidense y británico). La BBC pidió al grupo que escribiera una canción y la interpretara en vivo para la primera transmisión de televisión satelital de la historia, el 25 de Junio de 1967. Supuestamente, la canción debía representar al Reino Unido, porque cada país de los que participaron en el especial iba a mostrar algo característico de su país y su cultura. John en cambio decidió hacer caso omiso de la invitación y compuso All you need is love, que, como cualquier oyente atento puede percibir, no es una exhibición de cultura inglesa sino todo lo contrario, una manifestación explícita de las ideas universalistas y pacifistas de su gestor, las mismas que años más tarde inspirarían su Imagine, tema que por supuesto no pudo faltar anoche. A propósito de eso último, me pregunto si los asistentes de anoche saben lo que “nothing to kill or die for and no religion too” quiere decir, y si acaso entienden que el musulmanismo no ha sido ni es la única religión por la que se han matado personas a lo largo de nuestra historia.
Por supuesto, no soy de la opinión de quienes piensan que todo arte tiene que ser ideológico; yo soy más bien partidario de creer (en parte por mi propia experiencia) de que el arte no necesita justificarse y que cada creador puede hacer lo que le plazca con su talento; mi reflexión está motivada más bien por la actitud de las personas que compran el yogur light de los Beatles-para-cuicos, que se ríen de los chistes pesados sobre Yoko Ono y no comprenden, en definitiva, el arte que consumen, sea porque nunca lo han comprendido o porque han hecho el ejercicio consciente de ignorar todo aquello que no les gusta de él.
Háganse las analogías pertinentes con lo que dije más arriba.


Inti Målai Perdurabo

domingo, 24 de agosto de 2014

Las (malditas) probabilidades

En este último tiempo, amigos y desconocidos me han asaltado con un viejo y siempre irritante argumento a favor del diseño inteligente. Coincidencia sin duda significativa, que me ha tenido de mal humor por varias semanas, y como siento que necesito volver a mi centro para dedicarme a cosas más importantes, decidí escribirles un brevísimo artículo sobre el tema.
Lo que ellos (un gran e indefinido plural) dicen se resume más o menos así:

Las tan escasas probabilidades de que el universo haya ocurrido tal como ocurrió, y que se hayan dado las condiciones para la vida, el hombre, y que estemos aquí ahora preguntándonos por el origen del universo, hacen imposible que sea cosa del azar. Luego, debió haber una inteligencia superior planificando y dirigiendo el proceso desde su origen.

Veamos:
La probabilidad es una medida ficticia para comparar predicciones. Por culpa de nuestros imperfectos sistemas de educación, creemos que cuando algo tiene más probabilidades de ocurrir, esto de alguna manera significa que es más posible, más fácil o más real que lo que tiene menos probabilidades. Pero todo esto deriva de un sencillo error, que paso a corregir de inmediato.
La probabilidad de que un evento H ocurra se calcula de la siguiente forma: casos favorables dividido por casos posibles. Nótese que aquí posible tiene una connotación metafísica, así que no es un sinónimo de probable (o habría una evidente circularidad).
Si tiro un dado, la probabilidad de que obtenga un 3 es de 1/6; porque el caso favorable es uno, y los casos posibles son seis.
Si tiro un dado, la probabilidad de que obtenga un 3 o un 4 es de 2/6; porque los casos favorables son dos, y los casos posibles, todavía seis.
Si tiro un dado de cuatro caras (existen), la probabilidad de que obtenga un 3 es de 1/4, y por lo tanto, es más probable que saque un 3 en un dado de cuatro caras, que en un dado de seis (porque 1/4>1/6).
Convenido. Pero, ¿qué significa exactamente esto?
Al menos, NO significa una de estas cosas:
  • Que es más posible que salga un tres en el dado de cuatro: ambos eventos son igual de posibles.
  • Que es más fácil sacar un tres en un dado de cuatro: lo que hay que hacer para sacar un tres, en ambos dados, es exactamente lo mismo: tirar el dado.
  • Que es más real el evento donde sale tres en un dado de cuatro, que en un dado de seis: cuando sale tres en uno de los dos dados, el evento está ocurriendo efectivamente y con la misma realidad que si saliera en el otro dado.
Lo que significa exactamente que un evento sea más probable, es que, de la repetición de intentos de sacar 3 en uno de los dos dados, es predictible que obtendré un 3 en el de cuatro caras antes que en el de seis. Y este ser predictible quiere decir exactamente esto: que si hiciera tiradas repetidamente de ambos dados y anotara cuando sale primero el tres en uno y en otro, contra más tiradas haga, la cantidad de veces que obtenga el tres en el dado de cuatro caras será mayor que la cantidad de veces que obtenga el tres en el dado de seis.
Ahora, se dice a menudo que las probabilidades de que surja la vida en el universo son muy, muy bajas. ¿Qué quiere decir esto?
Quiere decir, sencillamente, esto: que si pudiéramos observar la ocurrencia de universos completos, uno tras otro, en similares condiciones de posibilidad (es decir, en una metafísica constante), tendremos muchos universos sin vida antes que ocurra un universo con vida.
La probabilidad NO ES UNA PROPIEDAD METAFÍSICA. Que sea improbable que el universo sea como de-hecho-es, no implica que sea más o menos fácil, o real, o imposible, que ocurra.
De los infinitos universos posibles este es uno de ellos en los que un ente puede preguntarse por el origen de su universo. Ni siquiera estoy seguro de que la probabilidad sea baja, porque no tengo idea de cuántos universos posibles hay.
La apelación a la baja probabilidad no permite transitar a la presuposición de un diseñador o un causador inteligente. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la apelación a las probabilidades NO TIENE NADA QUE VER Y NO PODRÍA TENERLO con la pregunta por el origen del universo. Incluso decir que el universo tiene probabilidad es hacer trampa, porque está presuponiendo que en una dimensión trans-real hay un meta-tiempo y un meta-espacio donde hay seres superpoderosos que son capaces de originar universos y por lo tanto medir su ocurrencia mediante probabilidades.
Una vez más: las probabilidades son una forma convencional y ficticia de medir predicciones. ¡Y no se puede predecir lo que ya ha ocurrido! Y ciertamente que, si el universo tuvo un origen (tampoco lo creo, pero bueh...), estamos seguros de que lo tuvo porque ya ocurrió. Decir que podría no haber ocurrido es un truismo vacuo, porque para cualquier evento posible siempre existen al menos dos estados: que ocurra, o que no ocurra. Pero, de nuevo, las posibilidades no son lo mismo que las probabilidades.
De igual forma como tampoco tiene que ver con la certeza o la explicación, por ejemplo. Todos estos conceptos son diferentes, aplican en sentidos diferentes, la ciencia los usa en sentidos que, ciertamente, el común de los mortales muchas veces entendemos mal, y usarlos sin cuidado lleva, las más de las veces, sólo a atroces confusiones.
Pero para resumir:
La posibilidad es un valor metafísico.
La probabilidad es un valor predictivo.
La certeza es un valor epistémico (relativo al conocimiento).
La explicación es un valor teórico.

Muchas gracias por su atención.

Inti Målai Perdurabo

jueves, 24 de julio de 2014

Visiones de un futuro pasado

No es de mi costumbre ni de mi agrado escribir aquí cosas que yo mismo no haya escrito, pero el siguiente fragmento que les comparto lo considero absolutamente exquisito y creo que todos podemos extraer de él grandes reflexiones. Pertenece a Isaac Asimov y es la primera parte de su ensayo Lo antiguo y lo último, capítulo 14 del libro "La tragedia de la Luna".
Leámoslo con cuidado y juguemos con él a imaginar el futuro con el que este visionario de la ciencia-ficción soñó en los setenta. ¿Les hace sentido lo que dice?

Hace unas tres semanas (en el momento de escribir esto) asistí a un seminario en un lugar al norte del Estado de Nueva York, un seminario sobre las comunicaciones y la sociedad. Yo no tenía mucho que hacer, pero estuve allí cuatro días, así que tuve la oportunidad de enterarme de las actividades que se estaban desarrollando.
La primera noche asistí a una conferencia excepcionalmente buena dictada por un caballero extraordinariamente inteligente y encantador, que trabaja en el campo de las cintas de vídeo. Con argumentos atractivos, y en mi opinión irrefutables, afirmó que las cintas de vídeo representaban la tendencia del futuro en el campo de las comunicaciones, o al menos una de las tendencias.
Señaló que los programas comerciales destinados a cubrir los tremendos gastos de las cadenas de televisión y de los terriblemente ávidos anunciantes no tenían más remedio que atraer a audiencias de decenas de millones de espectadores.

Como todos sabemos, los únicos programas que tienen alguna posibilidad de agradar a entre veinticinco y cincuenta millones de personas son los que evitan cuidadosamente la posibilidad de ofender a nadie. Cualquier cosa que pudiera darles un poco de sabor o de variedad ofendería a alguien y se habría perdido la partida.

Así que sólo sobreviven las papillas insípidas, no porque sean especialmente agradables, sino porque tienen buen cuidado de no resultar desagradables para nadie.
(Bueno, a algunas personas, como a usted y a mí, por ejemplo nos desagradan, pero cuando los magnates de la Unidad contabilizan el número de ustedes y yoes, y de gente como nosotros, el resultado final les provoca desdeñosas carcajadas.)

Pero las cintas de vídeo, capaces de complacer a los paladares más peculiares, sólo venden contenido, y no tienen por qué enmascararlo con un barniz falso y costoso o con la presencia de alguna renombrada estrella del espectáculo. Si se lanza una cinta sobre estrategias de ajedrez con símbolos de las piezas de ajedrez moviéndose sobre un tablero, no es necesario añadir nada más para vender un número x de copias a un número X de fanáticos del ajedrez. Si cada cinta se vende a un precio que cubra los gastos de su edición (más un honrado margen de beneficios) y si el número de ventas está de acuerdo con lo fijado, entonces todo va bien. Es posible que alguna cinta venda menos de lo previsto, pero también es posible que otra venda mucho más de lo que se esperaba.
Para abreviar, el negocio de las cintas de vídeo sería bastante parecido al de las editoriales. 
El orador expuso este punto con toda claridad, y lo dijo: 
—El manuscrito del futuro no será un fajo de papeles torpemente mecanografiados, sino una secuencia de imágenes hábilmente fotografiada... — no pude evitar removerme inquieto en mi silla.
Es posible que al moverme llamara la atención sobre mi persona ya que estaba sentado en la primera fila, porque el orador añadió acto seguido: 
— ...Y los hombres como Isaac Asimov se quedarán anticuados y serán sustituidos por otros.
Como es natural, di un brinco, y todo el mundo se rió alegremente ante la ocurrencia de que yo pudiera quedarme anticuado y fuera reemplazado por otro.

Dos días más tarde el orador que iba a hablar aquella tarde llamó desde Londres para comunicar que le era imposible salir de la ciudad, así que la encantadora dama que dirigía el seminario vino a verme y me pidió dulcemente que lo sustituyera.
Como es natural, dije que no tenía nada preparado, y como es natural ella dijo que todo el mundo sabía que no necesitaba prepararme para dar una conferencia maravillosa, y como es natural, me ablandé ante los cumplidos, y como es natural aquella tarde me levanté y como es natural di una conferencia maravillosa. Todo fue muy natural.

Me resulta imposible contarles qué es lo que dije exactamente, porque, como todas mis charlas, fue improvisada; pero, por lo que recuerdo, en esencia era algo así:
Como hacía dos días que un orador nos había hablado de las cintas de vídeo, presentándonos la fascinante y deslumbrante imagen de un futuro en el que las cintas de vídeo y los satélites dominarían el panorama de las comunicaciones, yo me disponía a servirme de mis conocimientos de ciencia ficción para explorar un futuro aún más lejano y hablaría de cómo podrían fabricarse cintas de vídeo con métodos mejores y más refinados, haciéndolas aún más sofisticadas.
En primer lugar, el orador nos había mostrado que las cintas tenían que ser decodificadas por un aparato bastante caro y voluminoso, que transmitía las imágenes a una pantalla de televisión y el sonido a un altavoz.
Evidentemente, todo el mundo esperaría que este equipo auxiliar fuera haciéndose más pequeño, más ligero y transportable. En el fondo, lo que se esperaría es que acabara por desaparecer y que se integrara a la misma cinta.
En segundo lugar, para que la información contenida en la cinta se transforme en imágenes y sonido es necesario un gasto de energía que redunda en perjuicio del medio ambiente. (Como cualquier gasto de energía; aunque su uso es inevitable, hay que evitar utilizarla más de lo estrictamente necesario).
Por consiguiente, es razonable esperar que disminuya la cantidad de energía necesaria para decodificar las cintas.
En último término, esperaríamos que disminuyera tanto como para llegar a desaparecer por completo.

Por tanto, podemos imaginarnos una cinta que fuera completamente transportable y autónoma. Seria necesario emplear energía en su fabricación, pero no en su utilización, y tampoco sería necesario un equipo especial para su uso posterior. No sería necesario enchufarla en la pared ni cambiarle las pilas, y podría ser transportada para ser vista en el lugar en que cada uno encontrara más cómodo: en la cama, en el cuarto de baño, en un árbol o en el ático.
Una cinta de vídeo de estas características produce sonidos, como es natural, y también desprende luz. Evidentemente su usuario debe recibir con claridad las imágenes y el sonido, pero sería un inconveniente que molestara a otras personas que posiblemente no estarían interesadas en su contenido. Idealmente, esta cinta autónoma y transportable sólo tendría que ser vista y oída por el usuario.
Por muy sofisticadas que sean las cintas existentes en la actualidad en el mercado o previstas para un futuro próximo, siempre tienen necesidad de controles. Tiene que haber una palanca o un interruptor para encenderlas y apagarlas, y otros para controlar el color, el volumen, el brillo, el contraste y todas esas cosas. Mi idea es que esos controles pudieran ser manejados, en la medida de lo posible, por la voluntad.
Me imagino una cinta que deje de correr en el momento en que se aparte la mirada. Permanece parada hasta que se le vuelve a prestar atención, momento en el cual vuelve a ponerse en marcha inmediatamente. Me imagino una cinta que corre más deprisa o más despacio, hacia adelante o hacia atrás, a saltos o con repeticiones, dependiendo únicamente de la voluntad del usuario.

Admitirán ustedes que una cinta de estas características constituye un perfecto sueño futurista: autónoma, transportable, sin consumo de energía, absolutamente privada y controlada en gran medida por la voluntad.
Ah, pero soñar no cuesta nada, así que seamos prácticos. ¿Es posible la existencia de una cinta así? Mi respuesta es: sí, naturalmente.
La siguiente pregunta es: ¿cuántos años habrá que esperar antes de conseguir una cinta tan increíblemente perfecta?
También tengo respuesta para eso, y una respuesta bastante concreta. La conseguiremos dentro de menos de cinco mil años, porque lo que acabo de describir (como es posible que hayan adivinado), ¡es el libro!

ISAAC ASIMOV
Lo antiguo y lo último, en "La Tragedia de la Luna"

Obtenido de www.zeth.ciencias.uchile.cl
Traducción de: Antonio Escohotado.

miércoles, 30 de mayo de 2012

En algún lugar del tiempo


“El Viajero del Tiempo (que es como será conveniente llamarle) nos exponía un asunto para nosotros desconocido...”

H.G. WELLS, La máquina del tiempo

¡Cosa rara, el tiempo! Es una de esas palabras que provocan dolores de cabeza, porque en la vida cotidiana la usamos a destajo y con soltura, pero cuando tenemos que entrar a explicarla nos empezamos a enredar y vemos cómo la cosa no está nada clara. Uno en general acepta que es una forma de ordenar las cosas conforme ellas van pasando, para poder hablar de lo antes, de lo después y de lo mientras; pareciera ser un elemento del orden natural del mundo, como la extensión de los cuerpos en el espacio -su otro misterioso hermano.
Los físicos tienen un montón de teorías locas sobre el tiempo, concepciones descabelladas que nos harían volarnos la cabeza si acaso nos acercáramos a entenderlas, y como en general considero que estoy un poco más cerca del deschabetaje que el común de la gente prefiero mantenerme a respetuosa distancia de esas cosas (al menos por ahora). A pesar de que no tenemos una idea definitiva y clara de lo que es el tiempo, todos parecemos manejarnos bastante bien con él y en él; y en tanto no nos alejemos de la tierra los hermanos gemelos envejecerán todos a la misma velocidad y así, afortunadamente, nos veremos prevenidos de tener que estudiar astrofísica para resolver el misterio de nuestros conflictos existenciales.
El tiempo, ¿es algo que ocurra en nuestra mente, o en el mundo? Hay veces en que parece ir más lento, y otras más rápido; cuando nos entretenemos, las horas son segundos, y cuando nos aburrimos los últimos cinco minutos para terminar la tediosa actividad pueden convertirse en miles de días. Todo eso quizás nos lleve a creer que el tiempo es subjetivo. Pero hay que considerar ahora que, cuando dormimos, el viaje de la noche a la mañana parece ocurrir en un parpadeo, y sin embargo, prendemos la radio o miramos por la ventana y de inmediato nos damos cuenta de que las cosas allá afuera siguieron su ritmo normal mientras nosotros dormíamos; eso lo hace bastante objetivo...
Con todo y la enorme confusión que parece significarnos el tiempo, es muy curioso notar que, sea de la naturaleza que él sea, ya lo tenemos bastante bien internalizado en la cabeza, porque somos capaces de encontrarle sentido a propuestas y afirmaciones que atentan contra el curso normal del tiempo.
Ya bastantes problemas tenemos con el tener que entender qué diablos es el tiempo; más encima, vienen algunos macabros escritores y directores de cine a mostrarnos representaciones de los viajes en el tiempo, ¡Como si acaso fuera posible viajar en el tiempo!
Pero bueno, a ver; ¿son posibles los viajes en el tiempo? Yo digo que sí. Y mis motivos para hacerlo son bien simples: cuando vemos o leemos una historia acerca de un viaje en el tiempo, podemos juzgarlo con el escrutinio de la razón más allá de pedirle las especificaciones técnicas a la máquina del tiempo y preocuparnos sólo de considerar los efectos y resultados de ese viaje. Dicho de otra forma: El sentido común es capaz de aceptar que sean posibles los viajes en el tiempo, más allá de preguntarse cómo de hecho ellos puedan realizarse.
Pero viene ahora una cuestión interesante; decíamos hace un rato que quizás de las muchas disquisiciones que uno puede hacer sobre la naturaleza del tiempo, las dos más importantes (excluyendo la de los físicos) son sin lugar a dudas las respuestas ontológicas (“oh, mírenme, estudio filosofía y uso la palabra 'ontológica' ”) a la pregunta por el tiempo: esto es, si él depende de nuestra percepción, o es algo que anda dando vueltas allá afuera, en el mundo.
¿Y por qué es importante? Se preguntarán. Porque, ni más ni menos, es nuestra forma de considerar el tiempo lo que hace que nos haga sentido una u otra versión de los viajes en el tiempo, porque en general las películas que vemos y los libros que leemos adscriben a una o a otra dependiendo de -probablemente- la forma en que su autor conciba el tiempo. Y mi esfuerzo en esta ocasión para todos ustedes mis queridos atentos es mostrarles cómo estas formas son sólo dos salidas en calidad idénticas para salvar el problema y NO HAY -como se suele creer- una correcta y otra incorrecta (o probablemente lo haya pero nada pone más manzanitas al lado de allá que al de acá de esta balanza).
Ejemplos de viajes sobre un tiempo objetivo (el tiempo existe en el mundo, indiferente del sujeto): 12 monos, Futurama, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, etc.
Ejemplos de viajes sobre un tiempo subjetivo (el tiempo existe en la mente del individuo): Volver al futuro, Efecto mariposa (la película), etc.
Ahora procederé (léase en tono de profesor de anatomía dirigiendo una cirugía con estudiantes de medicina presentes) a hacer mi hermosa formalización comparativa que me pasé una semana diseñando:
En un mundo donde no ocurren viajes en el tiempo, el “tiempo del mundo” [t(m)] es igual al tiempo de cada uno de sus individuos [t(i)]. Esto lo podemos representar de la siguiente manera:

t(m) |--------------------------------------------------------------------------------------->
t(i)   |--------------------------------------------------------------------------------------->

Ahora bien, consideremos primero un mundo posible en el que ocurre un viaje en el tiempo y el tiempo es subjetivo (usaré de ejemplo la película volver al futuro). El tiempo de Marty McFly -o “El Viajero del Tiempo”, v, que es como será conveniente llamarle- es por lo tanto independiente del tiempo del mundo; pero ambos tiempos están relacionados; ergo, el tiempo del mundo dependerá del tiempo del viajero.
Quizás sea más claro (o quizás no. No me importa) en la gráfica:

t(m) |1920---1930---1940---1950---1960---1970---1980----1990--->
t(v)  |-----------------------------------------0-------10------17----------->

De acuerdo con la Wikipedia y su fuente infinita de conocimiento, el viajero del tiempo nació en t(m)=1968 (esto significa: el año 1968 del tiempo del mundo). Por lo tanto, cumple diez años en t(m)=1978 y diecisiete en t(m)=1985. Pero veamos lo que va a ocurrir a continuación...
El 25 de octubre de 1985 el viajero, a bordo de un De Lorean DMC-12 modificado para poder hacer viajes en el tiempo (debe haber perdido la garantía de fábrica tras esos ajustes...) sale disparado hasta el 5 de noviembre de 1955. Realiza cambios sustanciales en su propio pasado y luego, el 12 de noviembre, vuelve al 25 de octubre de 1985 y descubre que su mundo ha sufrido los cambios del “efecto mariposa” que produjeron sus propias modificaciones al pasado.
El Viajero en este caso es capaz de comparar el mundo antes del viaje y después del viaje, por lo tanto, SU tiempo, es decir, el tiempo que corre en su mente, no ha perdido linealidad; él puede hablar del “primer” 1985 y del “segundo” y recordar ambos. Pero el tiempo del mundo ha sufrido modificaciones sustanciales. ¿Confuso? ¡A la bati-gráfica!

t(v)  |0------------------10-----------viaje----------------viaje-------------------->
t(m) |1968-------------1978---------25/10/1985...
t(m')                                        …|25/10/1955-------12/11/1955...
t(m'')                                                                    ...|12/11/1985----------->

Como la gráfica intenta explicar (en mi cuaderno se ve infinitamente más lindo y ordenado), las acciones del viajero del tiempo modifican el tiempo del mundo; dicho de otra forma, abren nuevos mundos posibles que son como copy-paste del mundo inmediatamente anterior, pero recortado hasta la fecha hacia la que viaja nuestro amigo. Así, donde se inicia t(m') dicho “mundo prima” es en todo igual al mundo m, desde el big bang hasta el veinticinco de octubre de 1955, fecha hacia la cual el viajero ha “saltado”, por así decirlo, desde el 25/10/1985 del t(m) original. Luego de hacer cambios, el viajero vuelve a “saltar” desde el 12/11/1955 hacia un mundo prima-prima, que es un mundo posible en todo idéntico al mundo prima desde el big bang hasta el doce de noviembre de 1985.
Es claro que el mundo m y el mundo m'' no son el mismo mundo; porque en uno el viajero tiene un padre pusilánime y patético y en el otro tiene a un exitoso y sexy hombre de negocios, por ejemplo. Y es claro que los mundos m' y m'' no son idénticos, puesto que si fueran iguales sus tiempos serían iguales, y si lo fueran, el viajero tendría que haber esperado los treinta años para llegar al 12/11/1985... ¿se capta la idea?
Ahora hay que notar algo interesante; el viajero ha pasado del t(m) al t(m'') pasando por el t(m'), que fueron sus semanas en el mundo de juventud de sus padres (tal como había sido en el mundo del que él venía, es decir, sin las intervenciones que él haría). Pero cuando vuelve al mundo m'', su gente lo recuerda; todo parece haber transcurrido de la misma forma como ocurrió en el mundo m, sólo que con las modificaciones específicas que él realizó; por lo tanto, diremos que la coherencia de este mundo es discreta. (A diferencia de la película efecto mariposa por ejemplo, donde la coherencia es continua, y justamente se juega con las enormes consecuencias que tiene en el futuro el cambio en el pasado (por lo que tengo entendido, porque no he visto la película entera)).

Ahora pasemos al análisis de los viajes en tiempos objetivos. Estos son sin lugar a dudas los más rompecabezas (no en el sentido de puzzle sino en el otro sentido, el literal) y por lo tanto los más entretenidos.
Mi ejemplo paradigmático será Futurama. En el episodio 3ACV19 (una vez más, Wikipedia) la tripulación de Planet Express viaja al pasado por error (año 1947) y Fry, luego de varios ires y venires, termina acostándose con su abuela y así se descubre a sí mismo como siendo su propio abuelo. (Esta es una ridiculización de la “paradoja del abuelo”, un argumento contra los viajes en el tiempo, pero saltémonos eso por ahora...)
Pasemos al estudio de la gráfica:

t(m) |1947--------------1974-------2000-----------------3000------------------?---??--->
t(v)                        …|Nace v----v viaja en el tiempo...
t(v')                                                                   ...|v' descongelado---v' al pasado...
t(v'') |v'' se acuesta con su abuela y vuelve a viajar en el tiempo...
t(v''')                                                                                                      ...|v''' y así...

(recuérdese que v es el viajero del tiempo)

Esta vez la gráfica es totalmente distinta; si en la primera era el mundo el que iba cambiando, en la segunda el mundo permanece siempre igual, y el tiempo del mundo lo que hace es establecer la conexión entre diferentes viajeros que van ocurriendo en tiempos diferentes; el primer viajero v no sabe (aún no ha ocurrido para él) que él es su propio abuelo; pero en el tiempo del mundo ya ha ocurrido. Si antes el copy-paste era de un mundo posible a otro, aquí es la línea de vida de un individuo que fue sólo cortada, diseminada por encima del t(m) y pegada en diferentes puntos, y lo que respeta la secuencia entre cada pedazo son los viajes en el tiempo que van juntando t(v) con t(v'), t(v') con t(v'') y así sucesivamente.
Las consecuencias de este análisis son mucho más poderosas de lo que parecen; En la paradoja del abuelo que mencioné más arriba, se dice que uno no puede volver al pasado y matar a su propio abuelo, porque eso me impediría nacer y abriría un bucle infinito de contradicciones. Pero es que eso no puede pasar en el tiempo objetivo, pero sí en el subjetivo; si un viajero del tiempo vuelve al pasado y mata a su abuelo, luego al volver al futuro aparece en un mundo donde él no nació, pero el mundo posible en el que se encuentra no afecta en forma alguna el mundo del que él viene originalmente, que es donde él nació y es causa suficiente para su propia existencia.
En el mundo con tiempo subjetivo el viajero es libre; puede ir y venir de mundo en mundo (de tiempo en tiempo) haciendo cambios a voluntad. En cambio en el mundo con tiempo objetivo el viajero no es libre; sus viajes en el tiempo son una necesidad para la coherencia interna del mundo, que es el único mundo posible.
En general, la gente que rechaza la posibilidad de los viajes en el tiempo porque 1) se pueden provocar paradojas y 2) implican aceptar la predestinación, están pensando en términos de un tiempo objetivo (Es interesante notar que en Volver al futuro se flirtea peligrosamente con el tiempo objetivo, ya que cuando el m' se aleja mucho del m Marty comienza a notar las consecuencias de “impedir su nacimiento”, como sus mareos o la desaparición de sus hermanos en una fotografía. Pero salvando estos detalles la parte sustancial de la historia sobrevive a mi análisis como tiempo subjetivo). Por otra parte, la gente que ve el tiempo como un contenido subjetivo de nuestra mente acepta sin más que uno puede ir y venir para salvarle la vida a una estrella de rock o impedir que un episodio vergonzoso de la vida tenga lugar, para luego retornar al presente a disfrutar las maravillas de esos cambios. Aunque esta salida aparece como la más ingenua, ella se sustenta en algo que no es tan ingenuo, es decir, la apreciación subjetiva del tiempo, algo que claramente es anti-intuitivo.
Vuelvo a remarcar que esta discusión excluye a quienes están familiarizados con el tiempo tal como lo conciben los físicos y astrofísicos contemporáneos (concepto de tiempo al que podríamos llamar tiempo complicado, en contraposición a mis versiones objetiva y subjetiva. Y se llama complicado por las dificultades que pone para entenderlo, no por alguna otra propiedad intrínseca de la teoría misma).
Espero que lo hayan pasado bien leyendo mi trabajo, espero también que lo hayan entendido; Si alguien quiere hacerme acotaciones, correcciones, críticas o alabanzas, los invito a comentar al pie de esta nota aquí mismo, en la granja. Si recibo -por fortuna- varias interesantes respuestas, puedo hacer otro ensayo contestándolas.
Para finalizar quiero referirles una anécdota divertida que me vino a la mente mientras escribía:
Estaba en segundo medio cuando el profesor de inglés nos pidió que en grupos diseñáramos -durante el fin de semana- un invento que luego tendríamos que explicar y defender ante la clase -obviamente, en inglés (¿innovadoras prácticas pedagógicas?). Con mi amigo de pupitre -y del alma- nos dispusimos a ponerle todo el empeño que el ramo merecía y a tal mérito llegamos el lunes con nuestras manos vacías. Teniendo que disertar, y como yo en esos años era un poco más payaso que ahora, nos paramos delante de la clase y en esa pronunciación poco elegante del chileno cuando habla inglés expliqué al auditorio que con Carlos habíamos inventado “The ultimate time machine”; que nos habíamos pasado todo el fin de semana construyendo nuestro invento, pero que cuando lo terminamos quisimos probarlo y lo enviamos veinte años al futuro... Por lo que no habíamos traído el proyecto a la clase porque todavía quedaba su resto para poder recuperarlo. ¡Jojo!

Que tengan una linda semana.

Inti Målai Perdurabo

jueves, 24 de noviembre de 2011

"Roto" y "rompido" no son lo mismo

El otro día estaba entretenido pensando en cómo pienso (sí, esas cosas extrañas que empiezan a ocurrir después de seis meses sin tener clases) y caí en un problema bastante particular, que gira en torno al participio pasado del verbo “romper”.
Se dice “roto” y no “rompido”. Como “rompido” es una incorrección idiomática, claramente no son lo mismo, y si lo son, uno es la forma viciada del otro.
Para los que no recuerdan ó nunca aprendieron ó sencillamente nunca lo supieron, el participio pasado es una forma no conjugada del verbo que bien sirve como adjetivo (“el hombre casado”) o para hacer construcciones complejas de conjugación (“el hombre se ha casado”). Al menos en español.
Bueno, como decía en un principio, pensando en cómo pienso me di cuenta que cuando hablo hay ciertas incorrecciones que sólo compongo a la hora de hablar/escribir. Por ejemplo, noté que en algunos casos -sólo algunos- mi mente piensa en “rompido” y a la hora de escribirlo o decirlo lo cambio por “roto” (porque así es “como se dice”). Pero no me pasa con todos los verbos irregulares. Cosa curiosa, ¿no?
Si fuera sólo una maña mía entendería que fuera yo quien tiene mal instalado el hablar-bien.exe en su cerebro... Pero luego me fui dando cuenta que errores como “rompido”, “imprimido” y “morido” son mucho más habituales en la gente que para otros verbos irregulares. Existe la explicación lingüística (aplicar el paradigma regular a verbos irregulares por “costumbre” de la mente (¿un bug del hablar-bien.exe?)) pero yo quiero arriesgar otra más rebuscada y a ver qué les parece.

Los hispano parlantes estaremos de acuerdo en que los verbos “ser” y “estar” no son lo mismo. (Los italo parlantes con sus verbos “essere” y “stare” estarán de acuerdo también). No es lo mismo decir “mis manos son heladas” que “mis manos están heladas”. Para hacer la distinción lo más rápido posible, diremos que en la oración predicativa “S es P” la propiedad P es inherente a S, o es continua y permanente (al menos dentro del contexto). Por otra parte, “S está P” indica que la propiedad P es contingente, pasajera, momentánea en S (en el contexto). “Mis manos son heladas” significa que las manos siempre tienen frío, en cambio “mis manos están heladas” significa que ahora mismo tengo frío en las manos.
Sin embargo, esta distinción es intuitiva, porque, como muchos sabemos, en otros idiomas las dos oraciones son iguales y sólo el contexto discrimina el matiz “continuo” o “pasajero”; “my hands are cold” en inglés implica tanto continuidad: “my hands are cold due to my anemia” (“mis manos SON heladas debido a mi anemia) como contingencia: “my hands are cold due to this frosty morning!” (“¡mis manos ESTÁN heladas debido a esta mañana helada!”). (Los anglo parlantes, de hecho, cuando aprenden español tienen problemas para distinguir los usos de nuestros verbos “ser” y “estar” y los aprenden más o menos de memoria, o con la práctica, pero les cuesta entender la diferencia a la primera).
Intentemos revisar, por lo tanto, el “uso” del participio, y esta vez incluir como criterio de análisis las nociones de continuidad y contingencia. Rápidamente descubriremos que cuando el participio se usa de manera “continua” lo tratamos sin más como un adjetivo: “mis manos son heladas”. (la “forma” de la relación sujeto-atributo es similar a la de “mis manos son rojas” o “mis manos son grandes”). Pero cuando implica una noción de contingencia él es, de hecho, un verbo, que carga una cierta pasividad: “mis manos están heladas” = “mis manos han sido heladas [por algo]”.
Ahora bien, como la terminación -ado/ido es característica de los verbos regulares para hacer su participio, mi apuesta es la siguiente: la mente atribuye al participio la noción de contingencia por defecto, y sólo cuando ella -por el contexto- exige la continuidad, se convierte en un adjetivo.
Un ejemplo:
Una persona emite la siguiente oración: “tengo las manos heladas”.
Quien le escucha debe, por tanto, discriminar entre si “tengo las manos heladas” corresponde a “mis manos son heladas” o “mis manos están heladas”.
Si el lugar en el que están es un paradero de micro en Osorno, en el mes de Julio a las seis de la mañana, quien escucha deducirá por contexto que el uso de “heladas” (del verbo “helar”) es contingente, y por lo tanto corresponde al verbo “estar”.
En el mismo contexto anterior el hombre podría querer decir que siempre tiene las manos heladas, incluso cuando hace frío, pero para ello tendría que ampliar la información. En ese caso, el uso sería el del verbo “ser”.
Si el lugar en el que están es Santiago, mes de Diciembre, a las tres de la tarde y están haciendo cola para un partido en el Estadio Nacional, probablemente el individuo quiere indicar que sus manos SIEMPRE están heladas y por lo tanto, “heladas” es una propiedad inherente a sus manos. Luego, el uso es el del verbo “ser”.
Sin embargo, si en el mismo contexto anterior el hombre quiere hacer notar que efectivamente sus manos están heladas cuando no deberían estarlo, o no es habitual que lo estén, entonces el uso es el del verbo “estar”.
Como bien queda claro en el ejemplo, a menos que se use explícitamente el verbo “ser” o el verbo “estar” (con lo que se hace innecesario el contexto), la noción de continuidad o de contingencia va “cargada” (en el sentido del inglés “loaded”) en el participio pero no explícitamente.
Ahora, cabe preguntarse, ¿por qué la idea de contingencia es anterior a la de continuidad?
Puede darse la contingencia sin la continuidad. Pero no puede darse la continuidad sin la contingencia, puesto que la noción de continuidad no es más que una contingencia “constante”. Dicho en términos más formales, la contingencia es necesaria a la continuidad, pero la continuidad a la contingencia es sólo suficiente.
Bueno, bueno, ¿a qué va todo esto?
Los participios son esencialmente contingentes. Cuando el contexto lo pide, su sentido puede extenderse a la continuidad, y pasa a usarse como adjetivo. Estamos acostumbrados a reconocer los participios por sus terminaciones -ado/ido, y a entenderlos en su uso como adjetivos por cuanto señalan que el verbo del que provienen es inherente al objeto (“mis manos son heladas” = “mis manos siempre están heladas”). Sin embargo, en el caso de los participios irregulares, la ausencia de la terminación -ado/ido nos lleva a no asociar de inmediato el participio con uno, y de pensarlo antes como un adjetivo, es decir, de sentido continuo. Dicho en palabras simples, antes vemos “roto” como un adjetivo, que como un participio.
Pero, por lo último que dijimos un poco más arriba, la noción de contingencia puede llevar a la de continuidad, pero no en sentido contrario, luego, no es intuitivo asociar “roto” al participio y su sentido de contingencia.
El “vaso roto” es el vaso que se quebró antes del contexto de conversación, el de la navidad pasada o el que guardó el abuelo por ser un recuerdo de familia; en cambio el “vaso rompido” es el vaso que acaba de caer de la mesa y que se acaba de quebrar.
Otro ejemplo:
Una conversación trivial.
Sócrates: “¿Qué has estado leyendo?”
Lao-tse: “Me empecé la semana pasada “Harry Potter y la Cámara secreta”, y ya voy en la mitad”
Sócrates: “¡Mira tú! Pero ese libro es caro, ¿es impreso o lo lees en el computador?”
Lao-tse: “Me lo conseguí en pdf, pero lo imprimí”
En esta conversación, “impreso” es la propiedad de venir (al contexto, no en un sentido ontológico absoluto) ya en formato papel, por lo tanto, el HP2 que Lao-tse está leyendo, sería un libro “impreso” en sentido contingente, no continuo, y por lo tanto podríamos esperar de él que lo llamara “libro imprimido” más adelante.
Otra evidencia en favor de mi tesis:
El verbo “corromper” viene del verbo “romper” más el prefijo “co-”. Luego, el verbo tiene su adjetivo contingente, “corrompido”, y su adjetivo continuo, “corrupto”. Interesante, ¿no?

Bien, en conclusión: 1) No estoy queriendo decir que incorrecciones idiomáticas como “rompido” o “imprimido” deban integrarse a la lengua y no deja de ser oprobioso equivocarse aunque la corrección ocurra “al último” en la mente, sólo estoy queriendo decir que 2) posiblemente la frecuencia de este error por encima de otras incorrecciones del mismo tipo (es raro que alguien diga “abrido” en lugar de “abierto”, porque el verbo “abrir” rara vez tiene sentido continuo y por lo tanto se le asocia directamente al contingente y aparee como participio) es por una noción de uso no formalizada en la mente del hablante, y que por lo tanto 3) este hablante no se pega todo el rollo que yo me mandé aquí para decir “rompido” en lugar de “roto”. En definitiva 4) de aquí en adelante otra investigación más profunda podría hacerse, en torno a saber en qué manera las nociones de continuidad y contingencia (si es que existen) se presentan en distintas lenguas, si es relevante hacerlas notar y si ellas deben ser incluidas en criterios tales como los de traducción de una lengua a otra. Pero eso ya es tarea para otro día.

Inti Målai Perdurabo

PS: los participios al usarse como adjetivos y enunciarse bajo la forma "S es P" toman la forma de un verbo en voz pasiva, ("el vaso es roto [¿por alguien?]"), y esta "curiosidad", aunque trivial, nunca está de más notarla, puesto que muestra que de hecho el "roto" como adjetivo casi nunca se usa como continuo y por ende no reviste dicho sentido (las cosas deben "romperse", si algo "viene roto" nunca es una cosa, sino dos) y esta evidencia serviría para poner en jaque mi propia tesis.

domingo, 31 de octubre de 2010

Masquerade, masquerade...

Masquerade, masquerade,
grab your mask and don't be late;
get out, get out well disguised,
heat and fever in the air tonight.


Meet the others at the store,
knock on other people's doors.
Trick or threat, they have to choice;
Little ghosts are making lots of noise.

Halloween,
HELLOWEEN

Siguiendo la línea lógica de mis exposiciones se podría esperar, sin miedo a equivocarse, que el siguiente comentario será una ácida y trillada crítica contra la asimilada fiesta de Halloween; pero, una vez más, creo que los sorprenderé.
Halloween (como ya muchos saben) es la deformación progresiva de All hallow even, o “Víspera de todos los Santos”; este fue el nombre que en la tardía edad media los cristianos le pusieron a las celebraciones paganas de la noche, adivinen, anterior al día de todos los santos (no siempre coincidía pero esa parecía ser la tendencia). Sin embargo, claramente el nombre no se condice con la fiesta, y éste no dice nada de sus motivaciones o sus propósitos, sólo da una clave para ubicarla fácilmente en el calendario.
En Inglaterra y los países sajones los pueblos paganos sobrevivieron mucho más tiempo que en el resto de Europa, primero porque los Romanos nunca conquistaron completamente las Islas, y segundo porque al comenzar el Oscurantismo los puritanos no se dieron mucho trabajo de irse a meter con estos bárbaros violentos para terminar de evangelizarlos, y el proceso no sólo fue lento sino que dejó espacio para que curiosas mixturas sincréticas ocurrieran.
Una de ellas fue la introducción popular paulatina de la fiesta que los paganos celebraban en el all hallow even. Como los cristianos ven en dos colores, la fiesta tenía poca luz y mucha alegría, por lo que de a poco el elemento “maligno” se fue introduciendo hasta convertirla en un carnaval de muertos vivientes y abominaciones infernales, como la conocemos hoy.
La fiesta en todo caso se celebraba, originalmente, más o menos así: Durante el día salían los ancianos y mujeres adultas a recolectar frutas y bayas en canastas, cortándolas con pequeñas hoces rituales. A la caída del Sol ellos volvían a sus casas y se encerraban durante toda la noche, y mientras tanto los jóvenes de las aldeas salían a la calle y al campo y celebraban en una gigantesca orgía hasta el amanecer, cuando volvían a sus casas a dormir y la vida retomaba su curso normal.
El señor curita no entendía ninguna de estas cosas, o las entendía todas como adoración satánica, pero nosotros podemos ser un poco más indulgentes y explicar de manera más seria la fiesta: En contexto de hemisferio Norte, “todos los Santos” cae un mes, más o menos, después del equinoccio de OTOÑO. La fiesta tiene un profundo sentido ritual cósmico, recordemos que en los cultos luni-solares, es costumbre celebrar los “hitos” de cada astro en su paso por el cielo.
Bueno, Halloween es el primer ciclo lunar después del equinoccio del Sol; simboliza la muerte del Sol de este año (los ancianos) y el tiempo de guardar para el invierno (la recolección de frutos), pero también simboliza la promesa del Sol que renacerá en la primavera (los jóvenes). Se supone que en otoño-invierno, los espíritus que durante el verano se esconden del Sol, salen de sus cuevas y bosques y merodean por la tierra, trayendo el frío y la niebla; la fiesta de los jóvenes es una manera de ahuyentarlos de la aldea también. No me atrevo a pronunciarme sobre las máscaras, tengo la impresión de que son tardías, aunque he leído en algunas partes que los jóvenes durante las fiestas usaban estas máscaras terroríficas para espantar a los malos espíritus.
Asimilar la fiesta de un calendario hemisférico al otro es guiarse más por el nombre que por la fiesta en sí; claramente, celebrar la entrada del otoño en primavera es poco más que absurdo, y aquí es donde la argumentación clásica es echarle la culpa al mercado y al afán de Chile por convertirse en un Estado Unido.
Pero yo discrepo. Existe un lazo profundo de la gente con la tierra, ninguna religión espiritualista o pensamiento científico-racional podrá evitar eso; a pesar de que no lo reconozca conscientemente, el hombre siempre guarda conexión con la naturaleza, y los procesos que influyen a su medio siempre lo afectan a él; en el pasado era tema de adoración de los grandes dioses de la naturaleza, el Sol, la Luna y la Tierra, y tiene mucho sentido, porque no es igual la vida del invierno como la del verano; no es igual el cielo, el largo del día, y los árboles se dan cuenta, los animales se dan cuenta, y nosotros, con toda nuestra enajenante tecnología, igual nos damos cuenta.
Es poderosamente curioso que, a pesar de que perdimos las fiestas cardinales del calendario solar (Equinoccios y Solsticios), todavía conservemos algunos de los Luni-Solares (Primeros de Mayo y Noviembre, veinticuatro de Diciembre). Sabemos que no es simple coincidencia cuando son fiestas religiosas, porque los astutos papas sabían elegir bien sus fechas para que al pueblo le fuera más fácil asimilar las festividades cristianas (de hecho, era cosa de sacar a Cernunnos viril y lleno de flores y colocar a un escuálido judío desangrándose en una cruz de madera y ya está), pero, por ejemplo, el Día del Trabajo fue a parar “por casualidad” en esa fecha. Fuera de los obreros huelguistas y el “motivo” oficial, me atrevo a proponer que existe una motivación del inconsciente colectivo para fijar siempre estos “hitos” naturales dentro del año, en la misma necesidad del antiguo por contar su tiempo; en nuestro mundo moderno alborotado y enajenado, la fiesta más celebrada durante el año es el día feriado, no importa el motivo. Y aunque los ponemos en todos lados durante el año, parece ser que tienden a concentrarse en Mayo, Octubre, Diciembre y Julio…
¿Y esto, por qué? No creo que sea una necesidad de adoración a la naturaleza, esas cosas las perdimos hace tiempo – lamentablemente. Me inclino a creer que subsisten en nuestro imaginario colectivo una serie de arquetipos intuitivos que nos es siempre necesario festejar; el triunfo del “bien”, la reparación de los errores del pasado, el “borrón y cuenta nueva” trascendental que significa el Año Nuevo, el recuerdo doloroso de algún error para que no vuelva a ocurrir en el futuro (que parece ser la motivación central de todos los feriados políticos). La celebración del all hallow even en Chile, más allá de los supermercados y los comerciantes de los que puedo prescindir por el momento, parece explicar su fuerza en el imaginario colectivo por medio de la reconstrucción de un arquetipo perdido, más que la asimilación antojadiza de una “fiesta colorida” de nuestro país favorito. Pero, claramente, no es la celebración a la entrada del otoño; el pueblo chileno parece haberla asimilado de otra manera:
Es curioso que en Chile se celebre Halloween, porque son pocos los países aparte de Estados Unidos que le ponen tanta algarabía como nosotros; en el resto del mundo sí es una fiesta asimilada, y la gente pasa de ella sin mayor interés, casi no hay disfraces y es muy raro que un timbre amanezca con huevos o pasta de dientes. Pero intentemos explicar por qué parece ser tan sencillo que el chileno quiera festejar la “noche de las brujas”.
En todos los demás países, fiestas de corte religioso o popular se celebran masivamente en diferentes fechas del año; estas fiestas van orientadas tanto a los aspectos luminosos de la naturaleza, como a los oscuros. En otros países latinoamericanos o en España, por ejemplo, es más habitual que aquí ver iglesias o cánticos o incluso un día del año dedicado a San Miguel Arcángel derrotando al Diablo; aunque no todo el mundo sea cristiano, en el imaginario la figura está presente. La forma como el chileno hace sus fiestas religiosas y laicas siempre es en un sentido luminoso; todas las progresiones a la virgen, todos nuestros santuarios, son para santos, para el lado bello de la trascendencia, y, con excepción quizás de algunos motivos del baile de la Tirana en el Norte, pocas de nuestras fiestas hacen reverencia o mención al “mal” metafísico que nos acosa desde los rincones del inconsciente. Paradójicamente a esto, el pueblo chileno es un pueblo muy supersticioso; las ciudades chilenas, sobre todo entre los grupos más populares, están llenas de “casas embrujadas”, cementerios abandonados, cuentos de fantasmas, y la gente, intuitivamente, practica mucha brujería. Pero todo esto se manifiesta de una forma muy informal, no tiene cabida en el “calendario oficial”, por así decirlo.
Esta necesidad ontológica del hombre por reverenciar a los misterios de la naturaleza corre tanto para los misterios de la vida y la salvación, como para los misterios del mal y la corrupción del alma. El espíritu racionalista y científico se burla de esto pero no es capaz de detenerlo; en el campo, en los poblados rurales, incluso en los sectores populares de las grandes ciudades, la gente convive con los espíritus; con el abuelo muerto, con la tía que murió en un accidente, con la vecina que nos desea mal, con el baldío que todos evitan al volver caminando a casa, o el perro que sospechosamente vaga por las calles cabizbajo. Navidad, año nuevo, los días de los familiares, son maneras de honrar secretamente a los espíritus buenos de la naturaleza; pero nos faltaba una fiesta para los malignos, y los gringos nos venden una que encaja a la perfección con nuestra falta.
Pensemos ahora, cómo se celebra el halloween; es una fiesta eminentemente infantil, que para los más grandes a lo más suele ser una invitación a disfrazarse, a veces incluso sin necesidad de usar los típicos motivos “terroríficos”.
¿Qué hacen los niños, durante el halloween? Se disfrazan, salen a pedir dulces, y si no son correspondidos, siguiendo la usanza de los mocosos yanquis, cometen algún acto de vandalismo sobre la casa del mezquino.
Pero también hay otra tradición no-oficial, que yo he podido constatar sólo en casos específicos; es la búsqueda de una casa “embrujada” y abandonada, o en su defecto cualquier edificio tétrico, y el intento por entrar. Este “asalto” al bastión abandonado, si bien no tiene mucho sentido, expresa una necesidad de los niños en general por “sentir miedo”, por autosugestionarse. En ellos todavía sobrevive el sentimiento pagano de que existe algo invisible en el mundo que sólo en casos específicos se materializa; no tiene tanto sentido entrar de día, porque no tiene el juego de sombras, la oscuridad intimidante, no conlleva el peligro de ver surgir de un rincón algún monstruo pesadillezco con enormes alas de vampiro extendidas y colmillos afilados.
La “búsqueda de los monstruos” es un proceso que todos, de una forma u otra, realizamos, solo que a medida que crecemos vamos sublimándola y pasándola a planos más, aparentemente, reales; solemos decir, así, que nuestros monstruos son nuestros traumas o nuestras frustraciones.
Pero los monstruos de los niños son monstruos legítimos, materializados en los cuerpos coloridos que les entrega la televisión. A pesar de que su educación va encaminada a destruirle toda noción de lo intangible, él hasta donde puede intenta siempre encontrar a estos monstruos; uno niño “llena” de fantasmas sus alrededores; los rincones solitarios del colegio, los sótanos, las casas abandonadas. Es habitual (y ¡a quién no le pasó!) caer en juegos sucesivos de mentiras (“¡yo lo ví!”, “yo conocí a alguien que lo vió”, “a mi me atacó”) que van configurando realidades misteriosas que al final acaban por ser creídas por el colectivo, al punto que el niño que aseguró “ver” al conserje muerto realmente acaba recordándolo.
Halloween es una excusa para salir a la caza y al encuentro de ese mal secreto. Ir de noche, con o sin los padres, con huevos y pasta de diente (¿nadie salió alguna vez con ampolletas?), corriendo peligro – pues la calle es el lugar peligroso por antonomasia de los padres – enfrentando al “mal” y a la vez formando parte de él; una noche que “justifica” el portarse mal, el hacer travesuras, una manera de satisfacer la necesidad de romper las reglas y pasar del otro lado, en un sentido similar al que en muchas tribus tenían ciertas fiestas en las que los miembros de la comunidad se cambiaban las ropas y los roles unos con otros por un día.
La costumbre de ver películas de terror es otra señal de lo mismo; pasar miedo, dejar que una historia te atrape y, con la licencia racional de que lo que estás viendo es inventado, dejarte engatusar por el misterio, por lo desconocido, dejar que por una hora o dos un director de cine te presente situaciones imposibles. Eso quizás explique por qué tienen tanto éxito las películas de terror; te erizan la espalda, te dejan paranoico y tembloroso, porque son capaces (las buenas) de plantearte todas esas situaciones con las que no puedes lidiar, no porque no quieras, sino porque te enseñaron a la fuerza que lo paranormal no existe, a pesar que todos sabemos intuitivamente que hay algo más allá.
Entonces no es tan raro que los niños celebren halloween en Chile; ni siquiera es raro que lo celebren a su manera, algunos disfrazándose de cualquier cosa menos fantasmas. Tampoco es raro que los niños ya más de grandes dejen el disfraz y la canasta de calabaza en casa y salgan sólo con los huevos; tampoco es raro que se junten a ver películas de terror o entren a casas abandonadas; todo ello pasaría aunque no tuvieran halloween, pero de manera tan dispersa durante el año e inconstante en la tradición de fechas, que probablemente no nos daríamos cuenta.
No sé ustedes, pero mi mundo ya tiene los dioses, los espíritus, los monstruos que necesito, así que probablemente hoy vuelva temprano a casa y me quede escuchando la radio. Y ¡Pobre! Del mocoso vandálico que le haga algo a mi timbre…
Que tengan todos una feliz víspera de todos los santos.


Inti Målai Perdurabo




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* Traducción libre (del fragmento de la canción arriba):

Mascarada, Mascarada,
toma tu máscara, no te demores,
sal, sal muy bien disfrazado,
calor y fiebre en el aire hay esta noche;


Encontrarte con los demás junto al almacén,
Salir a tocar en las puertas de los demás.
Dulce o Truco, es su elección;
Pequeños fantasmas haciendo un gran alboroto.

lunes, 5 de abril de 2010

Gregorio VII me debe un día...

- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
- Buenos días, señorita. Vengo a cobrar los días que me deben.
- ...¿Cómo dice?
- Sí, los días que me deben. Me debe, exactamente... dos días y seis horas. ¡Ah! Y cinco minutos... pero se los dejo en propina.
- O.o

Sí, parece estúpido, pero no, no es un chiste. Quizás aparenta serlo por el emoticón que puse al final, pero sólo es algo decorativo. Lo cierto y efectivo es que a todos nos están debiendo... un par de días.
("¿Qué está hablando este weón?")
¿No me creen? Déjenme que les cuente a qué me refiero.
¿Saben lo que es un calendario? No me refiero al que tiene fotos y sirve para contar los feriados, me refiero al concepto de Calendario. En sencillas palabras, es una manera de ordenar cíclicamente el tiempo, rigiéndose de la periodicidad de ciertos acontecimientos celestes. Por ejemplo, los hay solares, lunares, trópicos. No es tan fácil de hacer como parece, porque, si bien es bien fácil medir el tiempo que dura un día (ya que el Sol sale y se pone), realmente no es tan fácil luego hacer "grupos de días", porque mientras la tierra gira sobre sí misma (asumimos el modelo copernicano del cielo) en un tiempo x, el tiempo que la luna gira en torno a la tierra o esta última en torno al sol no es divisible exactamente en ese tiempo x. Lo que quiere decir que la tierra rota a un ritmo y se traslada a otro.
Ah, ¡eso ya lo saben! lo enseñan en los colegios. Y probablemente saben también por qué, cada cuatro años, Febrero gana un día más.
Los años biciestos son una verdadera maravilla del ingenio humano. Como alguien bien notó, la traslación terrestre dura 365 días y, aproximadamente, 6 horas. Si los días duran 24 horas, cada cuatro años habríamos residuado 24 horas, y ese día entero se lo gana Febrero para "refrescar" las horas residuales, y poder seguir la cuenta desde 0.
(Si alguien ya lo notó, sí, efectivamente, el año nuevo después de un año biciesto es en realidad a las 6 de la mañana del 31 de Diciembre; al Año siguiente, es al mediodía del 31 de Diciembre, luego a las 6 de la tarde, y en el año antes del Biciesto, sólo entonces coincide con la madrugada del 1 de Enero... Pero es mejor que eso no se sepa, porque... ¿Cómo nos carretiamos el año nuevo con esas horas?)
Bueno, el genio que notó eso de los años biciestos en realidad fueron varios genios, pero todos pagados por un compadre llamado Gregorio que, como podrán imaginar, era Papa, y vivía en Europa allá por el siglo XVI.
Resulta que este compadre antes de inventar su espectacular calendario, usaba el calendario que Julio César había inventado mucho tiempo antes. Y llegó el año 1582 en el calendario juliano, y el papa, como era costumbre, tenía que fijar la Semana Santa. Entonces según lo acordado en un concilio en el siglo IV, sería una semana después de la luna llena después del equinoccio de Primavera, que ocurría el 21 de Marzo.
Pero sus inteligentes astrólgos, al ver que terminaba Febrero y ya no había pinta de Invierno casi, se extrañaron, y salieron al campo y con sus instrumentos se pusieron a mirar las estrellas y...
¡Virgen Santa! Corrieron a decirle al Papa: Su Santidad, el Equinoccio va a ocurrir... el 11 de Marzo.
"¿Qué tontera me estás diciendo?" gritó Gregorio VII enfurecido.
"Pero señor, es cierto; el sol está casi en el punto del cielo en que ocurre el equinoccio... y eso ocurrirá el 11 de Marzo.
Asombrado pero no muy convencido, Gregorio mandó a que revisaran sus inteligentes cristianos qué estaba mal.
Sus astrologos y curitas inteligentes revisaron todos los pergaminos y papeles que tenían y descubrieron algo muy curioso; Un año no duraba días exactos. Eso, en todo caso, ya lo sabían, porque, igual como nosotros tenemos el 29 de Febrero, ellos también tenían días extra y cosas así para rematar las diferencias... el problema es que, al parecer, don Julio César, cuando contó el tiempo de traslación e inventó su calendario... contó mal.
En efecto, los astrólogos de Gregorio, atónitos, descubrieron que del año 325 (en que el equinoccio había sido el 21 de Marzo) al corriente año 1582, esos minutitos de más, minutitos de menos, se habían ido juntando... juntando... ¡Y ya contaban diez días!
¡DIEZ DÍAS! Durante más de mil años, ¡juntaron DIEZ DÍAS!!!
Enojado, Gregorio VII mandó que se inventara un calendario mejor, así que asignó a sus curitas para que le inventaran algo que funcionara mejor que esa porquería inventada por Julio César ("¡Pagano!" murmuraba entre dientes mientras se masajeaba la frente).
¡Manos a la obra! Al final el calendario que esos buenos hombrecitos inventaron no fue otro que el hermoso calendario que tenemos nosotros y que, a diferencia del otro, necesita algo así como 3.300 años para recién juntar 1 día con los conchitos de minutos.
Bien, ahora el calendario estaba listo, el problema era ponerlo en marcha. Recordemos que sin internet, sin televisión, es un poco difícil que todo el mundo arregle la fecha de una patada.
Pero Gregorio fue inteligente, y ordenó que se difundiera con anticipación la fecha en que un calendario saltaría al otro.

Así, de acuerdo a su plan, en cuanto terminara el 4 de Octubre de 1582, comenzaría el 15 de Octubre del Calendario Gregoriano, porque, esos diez días, técnicamente ya habían pasado.
Pero entonces ocurrió algo bastante gracioso; Gregorio y sus amigos movieron el calendario en la fecha acordada y se quedaron tranquilos de que sus fiestas religiosas estaban bien colocadas... pero... parece que no todos entendieron al vuelo la instrucción papal...
Por decir...
Los Franceses se demoraron un poco. Como se les había olvidado, recién el 9 de Diciembre se saltaron al 20.
En Paises Bajos también demoraron, y saltaron del 17 al 28 de ese mes, o del 21 al 1 de Enero en otras partes. Vale decir, esa gente no tuvo ni Navidad ni año nuevo ese año...
En Alemania la gente no pescó ni en bajada a Gregorio, y demoraron un año entero en decidirse a hacer el cambio de calendario.
En América también demoramos mucho, porque nos llegaron tarde con el recado.
Cuento corto, sumando y sumando minutitos del cambio de calendario, (porque tampoco eran DIEZ DIAS justos los que se había corrido el calendario juliano), y porque Gregorio consideraba que sumar 10 era más fácil que sumar 11 o 12 (como se cree que era el desfase real), en ese peculiar año 1582-83 nos robaron, como si nada, poco más de un día.
Es una desgracia que, a diferencia de mi socio del primer párrafo, realmente no haya a dónde ir a cobrar nuestras horas perdidas. Pero creo que sería cómodo, por ejemplo, cobrar ese día después de un cumpleaños, o a un día de devolver una película en Blockbuster, o un día antes de una prueba...

Me acordé de eso con motivo de Semana Santa, porque si los católicos todavía pueden fijarnos ese bendito feriado en viernes, es gracias a la gestión de Gregorio. Reflexionen acerca del día perdido, sobre todo si creen que el mundo se acaba al final del calendario Maya... porque, como dice la canción,

Wayfarer, hartlander
What if I only had
One more night to live?


Investiguen de estas cosas, es bastante entretenido. Que tengan todos una buena semana.
Inti Målai Perdurabo