El martes 18 de Junio
(ayer) la página de blogs del diario “El Mercurio” publicó un
artículo titulado “¡La educación no es un derecho!” y firmado
por un tal Axel Kaiser. No sé quién es este hombre, ni qué es lo
que hace, sólo tengo una foto suya junto a la breve columna y su
nombre al pie de la misma. Les dejo el link del dicho artículo:
En general no me dejo
estimular ni conmover por esta clase de cosas, creo que nunca he
escrito una réplica (salvo una que otra en forma de breve comentario
al final de los blogs que permiten hacerlo) pero debo decir que la
lectura de la columna del señor Kaiser me ha llegado a lo profundo
del corazón y aunque estoy cayéndome de sueño y cansancio me
gustaría dedicarle algunas palabras. No sé si él llegue a leer mi
artículo, pero la dejaré a disposición de mis estimados comensales
por si a alguno le interesa saber qué me produjeron las palabras de
este enigmático tocayo del ex vocalista de Guns 'n Roses.
No quiero que se me
malinterprete. No creo que la discusión que deba tener lugar aquí
sea ideológica o filosófica (nada estaría más lejos de serlo,
créanme) sino que es (para mi gusto personal) estrictamente lógica.
No voy a entrar a descalificar al señor con apellido germánico
porque no es mi estilo; caras vemos, corazones no sabemos. Sea pues
su palabra la única garantía de su peso intelectual.
“El Estado es esa gran
ficción en virtud de la cual todo el mundo intenta vivir a expensas
de todos los demás”. La cita (según él, no lo he comprobado) es
de Claude Frédéric Bastiat. ¿Quién es este hombre, se
preguntarán? Bueno, nunca soy muy exhaustivo en mis búsquedas pero
Wikipedia tuvo la bondad de sugerirme esta breve presentación:
“escritor, legislador y economista francés al que se considera
uno de los mejores divulgadores del liberalismo de la historia”.
Me hace sentido, considerando las opiniones vertidas por el señor
con apellido de naipe, y por el hecho de que haya sido publicado bajo
el alero del “diario de Agustín”.
Dejando
un poco al margen el hecho poco favorable de la escasa falta de
seriedad que puede tener una afirmación de este calibre, más cuando
proviene de un personaje que no conoció a Marx (murió en 1850, si
Wikipedia no me miente) ni alcanzó a vivir la decadencia de la
Revolución Industrial y el Imperialismo que degeneró en las dos
grandes guerras mundiales, vamos a brindarle a nuestro caucásico
amigo el beneficio de la duda y le concederemos su punto de partida
(aunque me gustaría tomarla como epígrafe y no como premisa
argumental, pero le daré en el gusto para que explaye su punto).
El
argumento de este señor puede resumirse de la siguiente forma: El
Estado no es sino una gran ficción en virtud de la cual
todo el mundo desea vivir a expensas de todos los demás.
Los “derechos sociales” por tanto no son derechos en sentido
legítimo sino que se trata de una exigencia de beneficios
materiales que un grupo determinado de individuos plantea a otro
grupo en general indeterminado de individuos sin ofrecer una
contraprestación a cambio,
justificados moralmente por la existencia (ficticia) de este Estado.
En
un mundo sin Estado pues, la única forma en que un grupo A
podría obtener sin causa de un grupo B un beneficio material sería
recurriendo directamente al uso de la violencia física. Y
en un mundo con Estado (al que previamente aludió como una ficción)
son los políticos quienes se encargan de ejercer dicha violencia,
seleccionados en función de los “derechos sociales” que ofrecen
antes de su elección.
Un
bien económico es un bien escaso que satisface necesidades
o deseos. Para nuestro amigo de
ojos pequeños la educación es tal, y no un “derecho” (que ya
mostró que no existen) sin importar lo que los políticos digan
cuando hacen sus promesas electorales.
Para
nuestro amigo, un “derecho negativo” (en contraposición a los
falsos derechos “sociales”) es aquel que exige del
resto el abstenerse de realizar una conducta.
El rol auténtico del Estado en este caso es el de proteger al
individuo de que su derecho sea violado. Pero en cambio un derecho
“social” es lo contrario, y obliga a los individuos a
dar a otros lo que estos quieren y que en una relación de
cooperación voluntaria probablemente no podrían obtener.
De esta forma, concluye que la visión colectivista de los derechos
“sociales” constituye una perversión del rol del Estado, el cual
no actúa ya como protector de la libertad personal, sino,
por el contrario, como su principal agresor.
Propone al final una profecía político-económica de escaso valor
teórico así que prescindiré de ella.
Como
espero mostrar, el argumento de este hombre es contradictorio. Por
una parte nos dice: la única forma en que un grupo A
podría obtener sin causa de un grupo B un beneficio material sería
recurriendo directamente al uso de la violencia física. Yo
replico: ¿y por qué es “sin causa”? ¿No es acaso la violencia
física causa suficiente para ceder un beneficio material a otro? La
primera y más esencial caracterización de la condición social del
hombre se cae, pues, por esta sencilla confusión conceptual. Me
parece por tanto mucho más correcto afirmar que la
violencia física es una de las formas que tiene un grupo A de
obtener un beneficio material de un grupo B sin ofrecer una
contraprestación a cambio, lo
que encaja con la forma en la cual él ha caracterizado el “derecho
social” (y asumiendo que la violencia no es una contraprestación,
claro está).
Por
otra parte, su visión del Estado es asimismo contradictoria. Nos
dice que él es una ficción cuya finalidad (no la única, pero
ciertamente una de ellas) es justificar moralmente ciertas exigencias
materiales gratuitas que un grupo A hace a otro grupo B. Pero luego
lo vuelve a caracterizar como la institución (o así creo que nos
invita a entenderlo) encargada de proteger los derechos negativos de
las personas. Pero estos derechos negativos son, esencialmente, la
coerción de la libertad del otro: pues exigen del resto el
abstenerse de realizar una conducta. Entonces
resulta que el Estado, al actuar como protector de la
libertad personal, es también el principal agresor de la misma y
esto se sigue directamente de sus premisas aunque es la tesis que
busca destruir.
El
rol del político es también contradictorio en su forma de
presentación. Por una parte, constituyen el grupo encargado de
controlar el poder del estado y ejercer la violencia necesaria para
cumplir su rol (proteger las libertades negativas de los individuos,
como ya dijimos). Sin embargo, son elegidos en función de algo
completamente distinto: los beneficios prometidos bajo el
argumento de satisfacer “derechos”.
Entonces tenemos a un grupo de personas que primero promete “falsos
derechos” (pues así los ha caracterizado) para poder permanecer en
el poder (que es una necesidad para ellos); luego, una vez electos,
controlan el poder coactivo y coercitivo del Estado, y fallan en sus
promesas “para preservar el orden económico y democrático del
sistema”. ¡Vaya democracia la que se obtiene!
El
tipo de orden social que el señor de corbata tiene en mente nos
recuerda aquella caricatura del Leviatán sobre los pueblos que
aparece en las ediciones antiguas del homónimo de Hobbes. Presupone
un orden según el cual la existencia del Estado es esencialmente la
necesidad de coerción, es decir, la represión de ciertas
actividades en favor del libre desarrollo de otras.
La
educación es, hoy por hoy, un bien de mercado; él lo da por
sentado, y es cierto. Pero ¡es eso precisamente lo que está en
discusión! Su título no puede por tanto ser más tautológico: La
educación no es un derecho. Pues claro que no es un derecho, ¡o
todas estas cosas no estarían pasando! Lo que cabe preguntarnos
realmente es, ¿cómo debemos enfrentar un argumento de este tipo? En
vistas de sus errores (pues no son más que eso), ¿cómo debemos
plantearnos el Estado?
Como
dijera Aristóteles (no es que quiera hacer gran hincapié en esto,
pero véase la diferencia entre mi cita y la suya, en términos de lo
poco que exige la mía recurrir a Wikipedia) el hombre es un animal
social, y aunque no sea una frase que agrade mucho en nuestros días
vamos a concederle al Estagirita al menos que tuvo razón en apuntar
(como harían muchos otros después, entre ellos Rousseau,
compatriota de ese tal Bastiat) el hecho de que es la familia el
primer modelo de “sociedad” humana, ya sea esto en lo histórico
como en lo formal.
Es
en la familia un hecho también (y esto no lo someteré a crítica)
que existen ciertas exigencias materiales por parte de un grupo hacia
otro, en particular de los hijos a sus padres. Tales pueden muy bien
ser alimenticias, de vestimenta, de techo, etc. Si el Estado es una
ficción que justifica moralmente exigencias materiales gratuitas,
¿es entonces la familia otro tanto? ¿O hay en la “obligación de
la madre” de alimentar a su hijo algo más que la satisfacción de
un deseo ilegítimamente impuesto por el lactante mediante la
apelación a falsos “derechos”?
Nada
obliga a una madre (o a un padre, o a dos madres y dos padres; no
quiero ser heteronormativo en esto) a alimentar a su hijo. Pero
cuando no lo hace, el niño muere y no hay ya “familia”. Por lo
tanto la “familia” no es una ficción que justifica la concesión
de derechos sino el resultado
de dicha concesión; es, por lo tanto, fruto de una convención y
asunción de roles.
Lo
mismo podemos decir de las sociedades. Un grupo humano puede someter
a otro por medio de la violencia, pero si no se provee la obediencia
del otro, sólo obtendrá masacrar hombre tras hombre hasta que no
quede ya hombre que masacrar y no haya sociedad posible. En la
asunción de roles de todo tipo (entre ellos económicos, origen de
las Clases Sociales) se sustenta la existencia de un orden social y
el Estado es la abstracción (la ficción, si se quiere) que armoniza
estos acuerdos.
No
veo cómo encaja en la visión ficcional y estrictamente coercitiva
del Estado que el señor Kaiser propone la existencia de bienes
públicos y de instituciones civiles. Posiblemente no las crea
necesarias y sueñe (como su admirado Bastiat parece hacerlo) con un
mundo pacífico y liberal donde la “mano invisible del mercado”
nos lleve por la senda segura del progreso científico y tecnológico
hacia un mayor bienestar social, libre y democrático. Pero en la
forma como vemos las cosas las personas que vivimos en el siglo XXI
el Estado debe proteger y asegurar nuestro bienestar aquí y ahora, y
qué sea tal bienestar surgirá (como es verdaderamente democrático
hacerlo) de la reflexión que
la sociedad pueda hacer respecto de sí misma y sus necesidades
particulares.
Él
dice: la
diferencia esencial entre un derecho colectivo o "social" y
derechos negativos, como la libertad de expresión, la vida o la
propiedad, es que los primeros, al referirse a bienes económicos,
exigen que alguien sea forzado a trabajar para satisfacerlos. Esta
afirmación, por el hecho de considerar a la educación como un bien
económico, es falsa. El Estado en tanto institución cobra impuestos
y por lo mismo paga sueldos. Nadie será forzado
a trabajar
como profesor para los pobres cabros, como las caricaturas de los
sistemas socialistas les achacan a estos últimos.
Ya
al margen de todo y como breve apreciación personal me sorprende y
me parece lamentable la incapacidad de personas como mi amigo de
nombre alóctono de ver y entender problemas, abordar temáticas y
adoptar una postura crítica frente al mundo en que vivimos. Es
triste ver como se suele olvidar que, en última instancia, esto se
trata de personas que viven y que -sea por naturaleza o casualidad-
se ven obligadas a vivir juntas.
Ya
es, de cualquier forma, una victoria moral del movimiento estudiantil
el haber conseguido que se den esta clase de discusiones. Nos
permiten ponernos al tanto del tipo de personas con las que tenemos
que compartir esta estrecha y -por estos días- fría franja al este
del océano pacífico.
Buenas
noches.
Inti
Målai Perdurabo
Podrias hacer un resumen de tu perorata?
ResponderEliminarCuales son tus conclusiones personales de todo esto?
Presto para la descalificación, flojo para leer. Típica actitud del derechista reaccionario tradicional.
EliminarTodavía existe guns and roses. Y con el mismo vocalista de siempre! :)
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente comentario. Me gustó sobre todo la parte en que te refieres a la familia, y la exigencia material de unos grupos a otros dentro de esta. Ahora bien, que la familia sea fruto de una "convención", como la entiende el Derecho, es una premisa problemática. Hay un componente instintivo, que difícilmente puede ser un pacto voluntario, como requiere una convención. Pero lo que debemos concluir, entonces, es que toda convención, no solo la que nos hace asumir un rol en la familia, emana de una fuente instintiva y, por definición, obligatoria. El hombre es un ser social, y no está compelido a asumir roles solo en su familia, sino con todos los otros humanos que lo rodean. Las convenciones son, de hecho, el resultado de ser impelidos instintivamente a asumir un rol acordado con otros. Toda convención voluntaria tiene un elemento de obligatoriedad primigenio. ¿Por qué? Porque los roles que se asumen son los papeles que se determinan en una empresa particular: la empresa de la supervivencia. Se puede optar a convenir con alguien y a no hacerlo con otros, pero si optamos por no hacerlo con nadie, tarde o temprano, morimos. Puede, de hecho, que hayan existido quienes no pactaron con nadie, pero están muertos, y hace tiempo que quedamos solo los que sí pactamos.
ResponderEliminarLa familia, las empresas, el Estado, son los resultados de haber convenido y asumido roles, pero su causa es una que existe ineludiblemente en todos nosotros, por ser seres interdependientes, simbióticos. Ciertamente, el instinto que obliga a "convenir" roles en una familia es más poderoso, pero es porque lleva mucho tiempo arraigado en nuestro código genético, ya que se trata del proyecto en el que los seres vivos se asocian entre ellos que ha demostrado ser el más efectivo, hasta el punto de ser imprescindible en muchos casos, para obtener el primer resultado a buscar: mantenerse en la existencia. Esto es así desde antes que el hombre sea hombre. De hecho, desde antes de los primeros mamíferos, reptiles y anfibios. Es así desde las primeras células.
El instinto que lleva a los humanos a convenir roles con otros, fuera de la familia, es de inscripción mucho más reciente, pero tampoco exclusiva del hombre. Pero el salto a que esas convenciones de roles dentro de una manada sea en empresas comerciales, o el Estado moderno, es grande. ¿Hay una causa instintiva, inscrita en los genes? Definitivamente no. Pero puede que entre los humanos ya no opere solo la selección natural genética, sino también la cultural. Las sociedades que no se organizaron en Estados fueron absorbidas por estos, y si algunas quedan que no lo han sido, en cualquier momento pueden serlo.
Así como no existe un instinto que nos lleve a organizarnos en los modernos Estados nacionales, tampoco hay uno que nos mueva a organizarnos en un gobierno mundial. Ni siquiera solo en algunos ámbitos, como una coordinación global para el cuidado del medio ambiente. Pero culturalmente existen esas organizaciones, y que abarcan más que lo puramente ecológico; la ONU es el mayor ejemplo.
El asunto es que, en un futuro, puede que lo que haya producido como resultado la "selección cultural", defina completamente nuestro resultado en cuanto a la selección natural “genética” como especie en su conjunto. Una coordinación global puede impedir un desastre ecológico que nos amenace con hacernos desaparecer. Propender a asegurar la educación como un derecho para todos, podría determinar que en un evento de cataclismo cósmico futuro exista el conocimiento acumulado, durante años en que todos han gozado de buena educación, que permita salvarnos de tal desastre. Un resultado de la selección cultural que nos lleve a la falta de esa coordinación mundial en un grado suficiente, o a la carencia de educación de calidad en algunos sectores de la población, que tenga como resultado que no se haya dado con el conocimiento suficiente, puede, en cambio, condenarnos, irremediablemente, a la extinción.
Vicente Gutiérrez Toro.
Gracias por tu comentario.
EliminarVictor, muy interesante y compartida reflexión. Sin caer en las descalificaciones es que los grupos de seres humanos lograremos ponernos de acuerdo para avanzar en soluciones cada vez mejores para todos. Este Sr Kaiser claramente perdió la mirada del bien común como fórmula para mantener a una sociedad unida. Saludos
EliminarJosé Domingo Marquez Zambrano
Esta, y otras cosas, las abordo también en mi propia respuesta a la columna de Kaiser, que puedes leer en mi blog: ciberdemocraciachile.blogspot.com
ResponderEliminarEn cuanto a los sueños liberales de Kaiser, permíteme advertirte que a él, junto a muchos otros que rondan por twitter, deberíamos dejar de llamarlos "liberales" o "libertarios", dejar de asociarlos con la libertad. Es más correcto llamarlos anarcocapitalistas. Sus ideas implican la abolición del Estado, del pacto social, y la vuelta al estado de naturaleza, en el que el más fuerte se impone al débil. No digamos que es una mirada egoísta nada más, porque todos somos egoístas antes de todo. Pero, si se quiere, algunos somos "menos" que como quieren que seamos según esas ideas. Lo que debemos decir, a la luz de lo explicado en la primera parte, es que es, antes que cualquier cosa, una mirada cortoplacista.
Vicente Gutiérrez Toro.
Se agradece, justo el antiácido que necesitaba luego de leer la terrible columna del Mr. Kaiser
ResponderEliminarEsto lo comenté ayer en El Mercurio y a alguien le pareció inconveniente publicarlo:
ResponderEliminarAxel, es probable que en tu intrincado mundillo monrovista -donde tú pones las reglas y seguramente te diviertes a lo ancho- esta teoría funcione. Implementarla al mundo real es otra cosa.
Equivocadamente calificas la educación como un "derecho social", siendo ésta ratificada en cualquier legislación, tratado o decreto (desde luego, en países donde la educación ha sido asumida de esta forma) como un derecho personal. En dichos textos no se encuentra algo como "Toda sociedad tiene derecho a la educación" sino "Toda PERSONA tiene derecho a la educación". Tú, en cambio, decidiste catalogarlo de una manera mítica, falsa e inexistente, y el resto de tu artículo se fundamenta, risiblemente, en dicha mentira.
Si tu teoría se pusiera en práctica, comenzaríamos a ver países donde existiera un 80% de analfabetismo (y la concomitante parafernálica de la inculturización, ausencia de valores, desintegración familiar, social y delincuencia generalizada) porque "la educación no es un derecho". Imagina una nación en tal situación y por favor háblanos de nuevo sobre el "grupo en general indeterminado de individuos sin ofrecer una contraprestación a cambio". No amigo. Tu enfoque es inviable aquí y en Júpiter.
De hecho, tal propuesta ha sido aplicada en el pasado. Hablo de aquella época monárquica de nobles, feudos y campesinos que (en su ignorancia) estaban convencidos de que sus gobernantes eran impuestos por Dios. En dichos días la educación no era un derecho sino el privilegio de unos pocos.