En alguna ocasión tuve oportunidad de escribir un breve artículo para responder a un tal Axel Kaiser por una de sus entradas en el blog de El Mercurio. Hoy voy a hacer otro tanto. El link original es el siguiente:
Digo “artículo” y no “ensayo” porque va a ser bastante corto y fome, dada la naturaleza poco complicada del problema que enfrentamos. Apenas unas dos o tres clarificaciones conceptuales bastarán.
La premisa argumental del Señor Kaiser es la siguiente: Todos somos diferentes, es decir, desiguales. Nuestros talentos, capacidades, inteligencia, disposición al esfuerzo y todos los demás factores que definen nuestro ingreso varían de una persona a otra.
Como toda persona relativamente entendida en materia de sociología y filosofía bien sabe, la primera cláusula es falsa: la “diferencia” natural es una propiedad cualitativamente distinta a la “desigualdad” social. En un estado salvaje, recordemos a Hobbes, las capacidades de supervivencia de un solo individuo son tan escasas que cualquier diferencia que cupiera señalarse (fuerza, capacidad intelectual, agilidad, intuición, inventiva) sería despreciable. Esta diferencia conceptual ha sido crucial para comprender el fenómeno de la vida en sociedad, porque la pregunta es precisamente ésta: ¿cómo es posible lograr la mayor igualdad [social] sin destruir las diferencias [individuales]?
Pasemos a la segunda parte de la premisa de Axel: Nuestros talentos, capacidades, inteligencia, disposición al esfuerzo y todos los demás factores que definen nuestro ingreso varían de una persona a otra. Hay aquí una segunda premisa implícita y que haremos explícita de inmediato, porque es necesario tenerla a la vista: Nuestros talentos, capacidades, inteligencia y disposición al esfuerzo constituyen factores que definen nuestro ingreso. Así, podemos separar esta cláusula en dos oraciones, que él enuncia juntas:
1) Nuestros talentos, capacidades, inteligencia y disposición al esfuerzo constituyen factores que definen nuestro ingreso.
2) Nuestros talentos, capacidades, inteligencia y disposición al esfuerzo varían de una persona otra.
Mientras que (2) es verdadera (constituye lo que hemos llamado “diferencia natural”), (1) es una proposición que sólo es verdadera en una sociedad desigual. Y ¿qué es la desigualdad social? De acuerdo con Wikipédia, “la desigualdad social es la condición por la cual las personas tienen un acceso desigual a los recursos de todo tipo, a los servicios y a las posiciones que valora la sociedad. Todo tipo de desigualdad social está fuertemente asociada a las clases sociales, al género, a la etnia, la religión, etc. Así que de forma más sencilla podemos definir la desigualdad como el trato desigual o diferente que indica diferencia o discriminación de un individuo hacia otro debido a su posición social, económica, religiosa, a su sexo, raza, color de piel, entre otros”.
De aquí el señor Kaiser desprenderá una serie de consecuencias que me parecen generalizadamente erróneas, pero que no me parece necesario revisar una por una, por seguirse directamente de la distinción que ya hemos hecho. Me detendré en un pasaje posterior de su artículo: Esta libertad de elegir de acuerdo a las propias valoraciones constituye la esencia de la democracia del mercado y es lo que explica que Alexis Sánchez gane miles de veces más por patear una pelota que una enfermera por salvar vidas, a pesar de que lo primero sea menos meritorio que lo segundo. Lo fascinante de este sistema de libertad es que, a pesar de contravenir intuiciones de justicia bastante generalizadas, es sin duda alguna el que permite el mayor progreso económico y social para todos los miembros de la comunidad.
Disectemos lo ya dicho para analizar su propuesta en átomos más simples:
3) Esta libertad de elegir de acuerdo a las propias valoraciones constituye la esencia de la democracia del mercado.
4) Lo fascinante de este sistema de libertad es que, a pesar de contravenir intuiciones de justicia bastante generalizadas, es sin duda alguna el que permite el mayor progreso económico y social para todos los miembros de la comunidad.
La proposición (3) es verdadera pero no debería considerarse como una consecuencia positiva del análisis social que él mismo está llevando a cabo; que “Alexis Sánchez gane miles de veces más por patear una pelota que una enfermera por salvar vidas”, o que cuando uno va a comprar carne de cerdo no le interese “saber si el carnicero fue personalmente a cazar, cuchillo en mano, un jabalí en la montaña o si el animal fue producido en masa a un mínimo esfuerzo” es una de las consecuencias más deleznables de la democracia de mercado que él defiende y que nosotros sufrimos a diario. (En particular es uno de los motivos que explica la creciente popularidad y radicalidad de los movimientos animalistas). La proposición (4), por su parte, es falsa; ella se apoya en el falso mito de lo que conocemos como el “capitalismo ingenuo”, que Milton Friedman inmortalizó con su frase: "una sociedad que priorice la igualdad por sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad por sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas". Esta tesis es falaz y se lo designa en lógica como el “sofisma del menor de dos males”. Otra vez, el error es conceptual y proviene de la falsa identificación entre “igualdad [social]” e “igualdad [natural]”.
Dice Kaiser: “Cuando Friedrich Hayek observó, para escándalo de los socialistas, que la desigualdad era parte fundamental de la economía de libre mercado, no estaba más que constatando que esta se deriva del principio de división del trabajo sobre el que descansa nuestro bienestar y nuestra civilización”. Aquí hay que entender bien a quién refiere ese “nuestro” antes de “bienestar” y “civilización”. Evidentemente se refiere a mí, y a él, y a todos los que probablemente leemos este artículo porque tenemos acceso a internet y sabemos leer. Es un lugar común el criticar a Karl Marx inconsecuencia en su pensamiento por haber pertenecido a una clase acomodada; allí estamos ante una vulgar falacia del tipo tu quoque, y en este caso ocurre lo mismo: al decir Kaiser “nuestro bienestar” nos invita a reconocer que las políticas de mercado nos tienen bastante bien, y nos gusta que así sea. Concedido, pero también hay mucha, mucha más gente que está mal, y no estoy siendo inconsecuente si veo el problema y lo denuncio. Podría decírseme entonces: “si te sientes tan mal por tener cosas y que otros no, ¿por qué no regalas tu computador, tu casa y tu ropa a la gente pobre?” Aunque no es mi política personal responder a idioteces, si tuviera que hacerlo respondería: porque el problema detrás de la pobreza y la desigualdad es un problema económico y político, y no se solucionará con que yo vaya y regale mis cosas, igual como tampoco se soluciona con darle unas cuantas lucas a las familias pobres en Marzo, o con salir a construir mediaguas para los sin techo.
Su conclusión va por la misma línea: “si un liberal tuviera que elegir entre duplicar los ingresos actuales de todos los chilenos, desde el más rico al más pobre, manteniendo con ello la desigualdad relativa existente hoy, o reducir a la mitad los ingresos del 15% más acomodado para convertirnos en un país muchísimo más igualitario, el liberal elegiría la primera opción. En cambio, un igualitarista convencido, como Bachelet, de que la desigualdad y no la pobreza es el gran enemigo a ser derrotado, preferiría la segunda opción desmejorando a algunos sin mejorar a nadie”. El error radica, nuevamente, en una falsa premisa. Cuando dice:
5) un igualitarista [está] convencido, como Bachelet, de que la desigualdad y no la pobreza es el gran enemigo a ser derrotado
Comete un error conceptual, pues como ya vimos, la desigualdad es el origen de la pobreza. Si viviéramos todos en granjas aisladas unas de otras, sin más riqueza que los bienes dados por la tierra, no seríamos pobres, porque no habría riqueza (en el sentido capitalista).
El resto del argumento presentado (desde “si un liberal…” hasta “...elegiría la primera opción”) se cae por lo mismo; cuando todos los pobres tengan celulares touch, seguirán siendo pobres, porque no va en las cosas que uno tiene, sino en el tipo de bienes capitales que la sociedad es capaz de proporcionar y el acceso que los individuos tienen a ellos.
Buenas tardes.
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