viernes, 6 de junio de 2014

Esbozos para una Fenomenología de la Coprolalia

Un grafitero osornino escribió una vez: "La vida es un moco". En su insurrección el joven artista callejero se coloca deliberadamente más allá de las estéticas hegemónicas y propone una visión completamente distinta de la existencia, desde la apreciación pura y directa de lo que se nos aparece, hacia su valoración antes pragmática que plástica. Anónimo, insolente, nos pone a nosotros, lectores anacrónicos de su dictum que es a la vez advertencia y profecía, y nos desafía a reconsiderar nuestra propia experiencia vital desde una perspectiva completamente distinta.
Desde esta apreciación fundamental toda una nueva filosofía cabe desprenderse, a la que consecuentemente habría que bautizar como Fenomenología Coprolálica; un aproximarse al Ser desde la analogía con la sensación más inmediata de aquello que provoca disgusto, de aquello sub-alterno que escapa a la observación seria y refinada del filósofo academicista. Liberada del normativismo ciego de las categorías de lo establecido, la Fenomenología Coprolálica se nos muestra como un resquicio, una puerta a la re-interpretación de la realidad desde la dimensión oscura, húmeda y maloliente del mundo como historicidad, como descomposición, como vestigio de lo que ha sido antes que como premonición luminosa de lo por-ser, de lo por-conseguir.
Toda vida humana es un ser-excretado-al-mundo. El devenir no es una fuente divina de la cual mane la existencia sino un ano metafísico, automático, que introduce la óntica en el espacio vacío de la alcantarilla cósmica para poblar de sin-sentido mal-oliente un vacío pulcro e innecesario. Cargados con la pestilencia de nuestro ser-excremento, anhelamos la luz falsificada del baño doméstico en lugar de la sombra auténtica, vital de la cloaca, y fabricamos los grandes in-odoros filosóficos con los cuales la buena razón, asustada de sí misma, nubló su visión de la realidad durante siglos.
Por supuesto que este enfoque se halla presente en toda la historia de la filosofía, aunque siempre en posición subrepticia, esclava, marginal; baste recordar al sofista cuando criticó la doctrina de los Universales de Sócrates, por sugerir que se hacía cargo de aquello sucio y despreciable. El pensador de Atenas rápidamente sale en auxilio de su teoría: "con relación a estos objetos, nada existe más de lo que vemos. Temería incurrir en un gran absurdo, si les atribuyese también ideas" (1); o el preclaro Schopenhauer, quien escribió: "Al igual que nos hallamos satisfechos por conservar en todo momento nuestra forma sin compungirnos a causa de la materia eliminada, habríamos de adoptar esta actitud, cuando la muerte acomete a mayor escala y sobre el conjunto, lo que cotidianamente y de hora en hora acontece con la excreción a nivel del individuo; si nos mostramos indiferentes en un caso, no tendríamos por qué lamentarnos en el otro" (2).
La Fenomenología Coprolálica es también un ejercicio de deconstrucción de la historia misma de la filosofía; es la muerte de los ídolos, la caída final de las vacas sagradas de la Academia de Atenas: Platón defecaba como todo hombre, a Aristóteles le crecían las uñas, el divino Santo Tomás olía mal al terminar las tardes y Martin Heidegger dejaba pelos púbicos en la ducha. Este regreso a lo antes considerado innoble es un re-encuentro con lo íntimo de cada uno de los grandes pensadores de nuestra historia, nos pone en la senda de un re-descubrimiento de sus doctrinas que es pedagógico antes que discipular; una conversación sincera a través de los cubículos de un baño público, en medio de la pestilencia. Una aproximación antipoética a la escritura del aforismo, de la revelación, en suma, una contestación al lenguaje inauténtico del escribidor de manos lavadas y cuello perfumado. Una nueva filosofía del lenguaje que toma de punto de partida el vocablo espontáneo, que mana como un pedo, involuntario, explosivo, genuino. Es la vuelta sobre una reacción natural, instantánea: cuando nos golpeamos un dedo no manifestamos una apreciación poética acerca del dolor, sino que soltamos una grosería sin meditarlo dos veces. Esa grosería es la fenomenología verdadera, la primitiva, la original.
Regresemos a los bares, a los parques y a los callejones para presenciar al ser en su cotidiano desenvolvimiento, interroguemos al adolescente que se masturba en busca de aquella verdad que lo resignifica por aquellos breves minutos en que dura la estrangulación del pene; interroguemos a la anciana mientras se cambia los pañales de adulto y tiene que oler el tufo sulfuroso de su orina salina, a la enfermera que debe retirar clavos de la nariz de un niño desobediente entre lágrimas, sangre y mucosidades, o al respetable abogado que se oculta a orinar y a rascarse el escroto detrás de un basurero antes de volver a casa para pasar la borrachera.
Una nueva filosofía que nos prolongue por encima de la trascendencia, que inocule en la razón no-corpórea, no-maloliente, el semen tibio y pegajoso de la experiencia húmeda y directa de las cosas que nos empalagan, que nos pervierten, que nos llenan de fantasías. Una filosofía ab nausea.

Inti Målai Perdurabo

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(1) Platón, Obras Completas. Edición de Patricio de Azcárate, tomo IV. p. 167.
(2) Arthur Schopenhauer, El Mundo como Voluntad y representación. FCE España. Volúmen 1, pp. 371-2.


¿...he ilustrado mi punto con claridad?
Para quien no lo entendiera, esta cita de Claude de Saint-Martin puede encaminarlo por la lectura correcta:
"Amigo lector, no puedo dejar de preveniros que lo que se dice aquí es o una mentira o un gran misterio..."

1 comentario:

  1. en la noches jugando a quedarme dormido, juego a imaginarme que al esconderme debajo de las sabanas, fueran estas como pliegues tectónicos como cavernas del paleolítico, en donde vive una familia igual o semejante a la nuestra, pero en su contexto, difícil me es imaginar como podrían esos efímeros sonidos guturales en medio del frío, el rugir de los lobos y el amenazante viento del otoño por llegar con el hielo...ahí en ese clima, la palabra debió haber surgido como la candela en medio de la niebla, la gota de nafta de reserva a mil pies de altura, o la gota acumulada en la tapa de la cantimplora en medio del desierto decía Antoine, así en la oscuridad de mi noche simulada, el sentido de la palabra debió ser lo justo y necesario para decir lo que justo necesario de hacer...dormir, amar, sentir, despertar y alertarse de la amenaza...la belleza y el exceso se alejan...la palabra hoy solo rima con la protesta...como el grafitero será...signo y medio...no sabes cuanto anhelo ese fragmento de sombra antes de dormirme...

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