INTRODUCCIÓN
Quizás la escena más importante y emblemática del Canon de la Guerra de las Galaxias sea el “doble ocaso” que es posible presenciar en el planeta Tatooine. Esta imagen tiene un valor simbólico crucial para entender la forma en que se ha ordenado esta historia.
El “doble ocaso” aparece sólo dos veces en todo el canon: una es en SW:II durante el viaje de Anakin por el desierto en busca de su madre, y la otra es veintidós años después, en SW:IV, la noche del día en que Luke ve por primera vez a su hermana (en un holograma). Pero este doble ocaso implica también un doble amanecer; he allí su valor simbólico. Y es que la Guerra de las Galaxias en sí misma es el relato conjunto del auge y la caída de dos soles que son, finalmente, el mismo; Los Caminantes de las Estrellas.
Porque la profecía anunciaba que el Elegido le devolvería el equilibrio a la Fuerza; Pero, ¿qué es el equilibrio, sino un balance entre la Luz y la Oscuridad? A pesar de los Jedis, sólo al final de la Guerra Estelar se revela cumplida la profecía; El Elegido, la estrella más brillante de la Fuerza, vió su caída en uno y su auge en dos. Ese es el símbolo oculto detrás del Doble Ocaso; Aquellos soles son, respectivamente, Anakin y Luke Skywalker.
No es azaroso que lo presenciemos por primera vez cuando Anakin está en plena caída, y de nuevo, cuando está por comenzar el camino de luz de su hijo perdido. La siguiente serie de ensayos (siete en total) abarcará una interpretación del canon de la Guerra de las Galaxias desde este enfoque doble.
DE LA REPÚBLICA
La gran distancia que separa las dos trilogías (La Guerra de los Clones (SW:I,II,III) y La Guerra de las Galaxias (SW:IV,V,VI) ) pasa, más que por la tecnología dispar en sus efectos especiales, por el espíritu de época del que son reflejo; La Guerra de las Galaxias es una Odisea, un viaje estelar continuo por destruir a un enemigo informe y temible identificado en el Imperio; es reflejo de un miedo de post-guerra a la dominación y a la destrucción, al autoritarismo, y sus escenarios son planetas pobres y personajes forajidos, muy del bloque oriental o de Latinoamérica. Nos presenta el decadente panorama de una batalla ilegal contra un sistema aplastante, un marco apocalíptico en el cual los justicieros están en amplia desventaja y el héroe, como David contra Goliat, es capaz de destruir con sólo un tiro al Destructor de Mundos, la “Estrella de la Muerte”, el símbolo máximo del terror cultural al armamento nuclear y la Tercera Guerra Mundial, propio de mediados del siglo XX.
Sin embargo La Guerra de los Clones es abruptamente distinta; reflejo esta vez de la postmodernidad, estamos ante la otra cara de la moneda, y ahora más que una Odisea, tenemos un asedio constante, una Ilíada; los roles se han invertido y el sistema es lo que se busca preservar de sus separatistas forajidos, para sugerirnos metafóricamente lo cíclico en los procesos sociales y políticos de nuestro mundo. En esta parte de la historia todo es lujo; suntuosos palacios, elegantes vestidos, imponentes planetas-ciudades. Los Jedis ya no estudian en pantanos o naves de contrabandistas, sino en un templo establecido, en una Academia de la Fuerza. Las naves de los héroes de esta historia están recubiertas de plata, son recibidos en magníficos hangares, y el enemigo viste de pobre y se codea con contrabandistas y caza-recompensas.
Y sin embargo, si en la Guerra de las Galaxias todo es rural e ilegal, parece haber en sus personajes una nobleza de espíritu y un intento por ascender hacia la luz, hay una causa noble que mueve todos los ánimos y que permite los grandes milagros; cegar la Estrella de la Muerte con un sólo tiro, volar en ataque suicida contra el destructor imperial, derrotar a los soldados de asalto con arcos y piedras. Todo lo Contrario ocurre en las Guerras Clones; sus personajes están todos comprometidos con la corrupción del sistema, es una guerra de envidia y poder, es la máxima expresión de la decadencia de la sociedad, y todos estos vicios a la vez están encarnados en la figura metafórica y arquetípica del Canciller Palpatine.
La caída moral y política de Coruscant durante las Guerras Clones es reflejo del miedo al fracaso del sistema que habita el inconsciente colectivo del mundo tras la caída del muro de Berlín; es la corrupción de la democracia tal como la cuenta Platón en el Libro VII de la República. Palpatine no es una persona, es el arquetipo de la pudrición de los principios basales de la sociedad, que se convierten en el germen cancerígeno de su destrucción.
El separatista, el terrorista no es más que otra pieza en este proceso de autodestrucción; La Federación de Comercio y sus androides de combate son el equivalente estelar a las federaciones estudiantiles, los grupos de deudores habitacionales, los activistas de pueblos aborígenes. Esa es la razón por la que el Conde Dooku y Nute Gunray siguen las órdenes de Darth Sidious de rostro velado, mientras a rostro descubierto él da instrucciones en el Senado; La República intergaláctica es una falacia igual que nuestras repúblicas modernas.
Cuando Obi-Wan pregunta a Dooku en SW:II sobre su motivación para trabajar con los separatistas, éste responde: “¿Qué pensarías si te dijera que la República está bajo la influencia de un señor de Sith?” Siendo él discípulo de este mismo señor, parece hipócrita la respuesta, un juego de identidades para ablandar al Jedi; pero es más que eso de hecho.
Debemos recordar que el Sith fue, en tiempos arcaicos, el Gobernante de la Galaxia; El Antiguo Imperio, que fue derrocado por los Jedis muchos años antes de la historia que a nosotros llega en el canon, es el miedo irracional de los habitantes de la República; es el miedo irracional de los Europeos al Nacionalismo, el miedo irracional de los Chilenos a Pinochet. Así, no suena tan extraño que el aprendiz de Sith quiera la destrucción de la República, luego de saber que su maestro es quien la controla; el sistema se muestra perverso, sus principios son violados desde la raíz, y por lo tanto el acto separatista es una reacción natural a terminar de pudrir lo que ya está muerto; el Conde Dooku es el anarquista.
Pero la guerra no la gana el Anarquista. La Guerra la gana la misma República, se destruye a sí misma, y Palpatine se convierte en la encarnación del miedo que juró prevenir. Su plan es tan macabro como perfecto, porque da la sensación de que las piezas se movieron sin que él tuviera que dar muchas instrucciones.
El Jedi, la élite pensante y filosófica de la República, parece ser la única manera de preservar la paz; pero no desde la Democracia. Este es el punto más importante, a mi parecer, de SW:III en materia política.
Anakin Skywalker gana la Guerra de los Clones convencido de que él es el justiciero absoluto; cuando los valores pierden sus principios ellos actúan de forma ciega y el golpe es suicida. Cabe la pregunta: ¿Por quién lucha Anakin Skywalker?
¿Por la Verdad? ¿Desenmascarar al señor de Sith y limpiar el Senado de conspiradores? No; el Sith es enemigo del Jedi, no de la República. Anakin actúa en una madurez política de tipo posmodernista; la Democracia debe funcionar a pesar de las antiguas rencillas históricas; ellas sólo retrazan el progreso.
¿Lucha, entonces, por la Democracia? ¿Defender el Senado, la representatividad de los sistemas planetarios y el sistema? No; él mismo en SW:II apunta: “No creo que el sistema funcione” y concibe uno en el cual “alguien”, muy sabio, “obliga a los políticos” a decidir lo mejor para el pueblo.
¿Lucha, entonces, por el Pueblo? Y, ¿Qué es lo que necesita el Pueblo? El Pueblo necesita Paz. El Pueblo necesita Justicia. La Batalla de Darth Vader es una batalla por las leyes, por la justicia, por la Paz; por el bienestar del pueblo; por el bienestar de sí mismo. Por hacer lo correcto, por el reconocimiento, por que alguien lo felicite. Ello lo lleva contra todo lo que cree, y lo hace causar más daño y destrucción que cualquiera de los enemigos que cree detener; Darth Vader es el iluso justiciero que lucha por ideales muertos, cegado por el dolor personal y la búsqueda interna del equilibrio espiritual y el reconocimiento. Es incapaz de ver más allá de su deber moral y ciudadano; por eso destruye a Mace Windu, porque Palpatine, es cierto, ha roto las leyes y es enemigo de la República, pero “tiene derecho a un juicio justo”. Por eso no oirá los motivos de su maestro: “Si lo matamos esta guerra terminará ahora…” Pero esa no es la forma. No es la forma “correcta”.
Visto en la galaxia muy, muy lejana, nos parece evidente que lo mejor hubiera sido que Palpatine muriera y los Jedis gobernaran la galaxia. Pero todos nosotros llevamos un Darth Vader dentro; no aceptamos las voces racionales que ordenan la destrucción de la democracia, no creemos en la Sinarquía, a pesar de que el perfecto gobierno de los filósofos de Platón está muy cerca de un soñado “gobierno Jedi” en la Galaxia.
La Tiranía reemplaza a la Democracia en Platón casi de la misma forma en que lo hace en Coruscant; el miedo alza al más poderoso, al más peligroso, y lo entrona en el centro de la República, para que preserve la Paz y la Justicia. Este acto estúpido e inconsciente no surge de la clase educada y pensante, sino del bajo pueblo, del vulgo ignorante e infantil que sólo piensa en detener los cañones y dejar de ver arrasadas sus tierras –planetas–. Un pueblo que quiere dejar de lado la burocracia, quiere actos rápidos, quiere soluciones inmediatas, quiere sensación de seguridad. Por eso es Jar Jar Binks quien propone la asunción de Palpatine al centro del gobierno. Por eso el pueblo Romano apoyó tanto a Cayo Julio César como Emperador. “Así es como muere la democracia”, dijo Padmé Amidala, “con un aplauso atronador”.
La Orden 66, por otra parte, que mandaba a los soldados clones a exterminar a los Jedis da fe del peligro de un cuerpo militar. El Ejército de Clones era “de la República”, y tras el nombramiento oficial, “Palpatine es la República”. El soldado perfecto debe obedecer las instrucciones que recibe sin titubear; ése es su valor y su lugar, él debe ser el brazo vivo del Estado; no importa si tiene que defender la frontera o perseguir al ladrón, o matar inocentes o machacar los dedos de un músico. El Combatiente Clon recibe la orden y mata al Jedi, no se pone a pensar si está bien o mal, él antes destruía androides sin saber por qué lo hacía. Lama Su, el clonador, le explica a Obi-Wan que sus clones son alterados para reprimir los actos voluntariosos; algo similar ocurre en nuestras escuelas militares. No es el soldado, entonces, quien hace la diferencia, sino quien le da instrucciones. El pensamiento algorítmico está exento de emociones porque titubear es un error. Un Soldado siempre es antes que nada un asesino; por eso el original perfecto para el ejército de clones es el mercenario Jango Fett.
Finalmente, el Imperio Galáctico pone fin a la Guerra; los Jedis caen como “traidores” y los separatistas desaparecen, porque han cumplido su misión. “Darth Sidius nos prometió paz”, son las últimas palabras de Nute Gunray antes de ser asesinado por Darth Vader en Mustafar. Y sin lugar a dudas, la promesa se cumplió, sólo que no los contemplaba a ellos. De eso es de lo que se da cuenta Dooku, al ver cómo su maestro, su guía, aquel que debía “darle la victoria”, ordena a su justiciero matarlo.
La decadencia de la Democracia es total. Palpatine oculta su rostro, porque él es el reflejo de sus propios actos, su rostro deforme es el sentimiento de culpa de todos los Senadores que diecinueve años después serán finalmente dispersados. Es el retrato de Dorian Gray de todos los Senadores. Pero el Imperio Galáctico resuelve la crisis, trae paz al pueblo y devuelve el orden a la Galaxia. Darth Vader pierde todo lo que fue de Anakin; su maestro, su madre, su mujer, sus hijos, incluso su cuerpo, pero reclama el lugar que le corresponde como justiciero y salvador de la sociedad: Es el mismo destino que le ha deparado a todos los servidores del pueblo, a todos los próceres, a todos los libertadores; no ser más que otro engranaje en el monstruo de la política, despiadado, ciego, que gira a pesar de los ciudadanos por encima de sus cabezas, gobernando sus destinos.
Inti Målai Perdurabo- - -
Claves:
Canon
La Guerra de los Clones:
SW:I La Amenaza Fantasma
SW:II El Ataque de los Clones
SW:III La Venganza de los Sith
La Guerra de las Galaxias:
SW:IV Una Nueva Esperanza
SW:V El Imperio Contraataca
SW:VI El Retorno del Jedi
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