miércoles, 19 de junio de 2013

¡...pero debería serlo!

El martes 18 de Junio (ayer) la página de blogs del diario “El Mercurio” publicó un artículo titulado “¡La educación no es un derecho!” y firmado por un tal Axel Kaiser. No sé quién es este hombre, ni qué es lo que hace, sólo tengo una foto suya junto a la breve columna y su nombre al pie de la misma. Les dejo el link del dicho artículo:
En general no me dejo estimular ni conmover por esta clase de cosas, creo que nunca he escrito una réplica (salvo una que otra en forma de breve comentario al final de los blogs que permiten hacerlo) pero debo decir que la lectura de la columna del señor Kaiser me ha llegado a lo profundo del corazón y aunque estoy cayéndome de sueño y cansancio me gustaría dedicarle algunas palabras. No sé si él llegue a leer mi artículo, pero la dejaré a disposición de mis estimados comensales por si a alguno le interesa saber qué me produjeron las palabras de este enigmático tocayo del ex vocalista de Guns 'n Roses.
No quiero que se me malinterprete. No creo que la discusión que deba tener lugar aquí sea ideológica o filosófica (nada estaría más lejos de serlo, créanme) sino que es (para mi gusto personal) estrictamente lógica. No voy a entrar a descalificar al señor con apellido germánico porque no es mi estilo; caras vemos, corazones no sabemos. Sea pues su palabra la única garantía de su peso intelectual.
“El Estado es esa gran ficción en virtud de la cual todo el mundo intenta vivir a expensas de todos los demás”. La cita (según él, no lo he comprobado) es de Claude Frédéric Bastiat. ¿Quién es este hombre, se preguntarán? Bueno, nunca soy muy exhaustivo en mis búsquedas pero Wikipedia tuvo la bondad de sugerirme esta breve presentación: “escritor, legislador y economista francés al que se considera uno de los mejores divulgadores del liberalismo de la historia”. Me hace sentido, considerando las opiniones vertidas por el señor con apellido de naipe, y por el hecho de que haya sido publicado bajo el alero del “diario de Agustín”.
Dejando un poco al margen el hecho poco favorable de la escasa falta de seriedad que puede tener una afirmación de este calibre, más cuando proviene de un personaje que no conoció a Marx (murió en 1850, si Wikipedia no me miente) ni alcanzó a vivir la decadencia de la Revolución Industrial y el Imperialismo que degeneró en las dos grandes guerras mundiales, vamos a brindarle a nuestro caucásico amigo el beneficio de la duda y le concederemos su punto de partida (aunque me gustaría tomarla como epígrafe y no como premisa argumental, pero le daré en el gusto para que explaye su punto).
El argumento de este señor puede resumirse de la siguiente forma: El Estado no es sino una gran ficción en virtud de la cual todo el mundo desea vivir a expensas de todos los demás. Los “derechos sociales” por tanto no son derechos en sentido legítimo sino que se trata de una exigencia de beneficios materiales que un grupo determinado de individuos plantea a otro grupo en general indeterminado de individuos sin ofrecer una contraprestación a cambio, justificados moralmente por la existencia (ficticia) de este Estado.
En un mundo sin Estado pues, la única forma en que un grupo A podría obtener sin causa de un grupo B un beneficio material sería recurriendo directamente al uso de la violencia física. Y en un mundo con Estado (al que previamente aludió como una ficción) son los políticos quienes se encargan de ejercer dicha violencia, seleccionados en función de los “derechos sociales” que ofrecen antes de su elección.
Un bien económico es un bien escaso que satisface necesidades o deseos. Para nuestro amigo de ojos pequeños la educación es tal, y no un “derecho” (que ya mostró que no existen) sin importar lo que los políticos digan cuando hacen sus promesas electorales.
Para nuestro amigo, un “derecho negativo” (en contraposición a los falsos derechos “sociales”) es aquel que exige del resto el abstenerse de realizar una conducta. El rol auténtico del Estado en este caso es el de proteger al individuo de que su derecho sea violado. Pero en cambio un derecho “social” es lo contrario, y obliga a los individuos a dar a otros lo que estos quieren y que en una relación de cooperación voluntaria probablemente no podrían obtener. De esta forma, concluye que la visión colectivista de los derechos “sociales” constituye una perversión del rol del Estado, el cual no actúa ya como protector de la libertad personal, sino, por el contrario, como su principal agresor. Propone al final una profecía político-económica de escaso valor teórico así que prescindiré de ella.
Como espero mostrar, el argumento de este hombre es contradictorio. Por una parte nos dice: la única forma en que un grupo A podría obtener sin causa de un grupo B un beneficio material sería recurriendo directamente al uso de la violencia física. Yo replico: ¿y por qué es “sin causa”? ¿No es acaso la violencia física causa suficiente para ceder un beneficio material a otro? La primera y más esencial caracterización de la condición social del hombre se cae, pues, por esta sencilla confusión conceptual. Me parece por tanto mucho más correcto afirmar que la violencia física es una de las formas que tiene un grupo A de obtener un beneficio material de un grupo B sin ofrecer una contraprestación a cambio, lo que encaja con la forma en la cual él ha caracterizado el “derecho social” (y asumiendo que la violencia no es una contraprestación, claro está).
Por otra parte, su visión del Estado es asimismo contradictoria. Nos dice que él es una ficción cuya finalidad (no la única, pero ciertamente una de ellas) es justificar moralmente ciertas exigencias materiales gratuitas que un grupo A hace a otro grupo B. Pero luego lo vuelve a caracterizar como la institución (o así creo que nos invita a entenderlo) encargada de proteger los derechos negativos de las personas. Pero estos derechos negativos son, esencialmente, la coerción de la libertad del otro: pues exigen del resto el abstenerse de realizar una conducta. Entonces resulta que el Estado, al actuar como protector de la libertad personal, es también el principal agresor de la misma y esto se sigue directamente de sus premisas aunque es la tesis que busca destruir.
El rol del político es también contradictorio en su forma de presentación. Por una parte, constituyen el grupo encargado de controlar el poder del estado y ejercer la violencia necesaria para cumplir su rol (proteger las libertades negativas de los individuos, como ya dijimos). Sin embargo, son elegidos en función de algo completamente distinto: los beneficios prometidos bajo el argumento de satisfacer “derechos”. Entonces tenemos a un grupo de personas que primero promete “falsos derechos” (pues así los ha caracterizado) para poder permanecer en el poder (que es una necesidad para ellos); luego, una vez electos, controlan el poder coactivo y coercitivo del Estado, y fallan en sus promesas “para preservar el orden económico y democrático del sistema”. ¡Vaya democracia la que se obtiene!
El tipo de orden social que el señor de corbata tiene en mente nos recuerda aquella caricatura del Leviatán sobre los pueblos que aparece en las ediciones antiguas del homónimo de Hobbes. Presupone un orden según el cual la existencia del Estado es esencialmente la necesidad de coerción, es decir, la represión de ciertas actividades en favor del libre desarrollo de otras.
La educación es, hoy por hoy, un bien de mercado; él lo da por sentado, y es cierto. Pero ¡es eso precisamente lo que está en discusión! Su título no puede por tanto ser más tautológico: La educación no es un derecho. Pues claro que no es un derecho, ¡o todas estas cosas no estarían pasando! Lo que cabe preguntarnos realmente es, ¿cómo debemos enfrentar un argumento de este tipo? En vistas de sus errores (pues no son más que eso), ¿cómo debemos plantearnos el Estado?
Como dijera Aristóteles (no es que quiera hacer gran hincapié en esto, pero véase la diferencia entre mi cita y la suya, en términos de lo poco que exige la mía recurrir a Wikipedia) el hombre es un animal social, y aunque no sea una frase que agrade mucho en nuestros días vamos a concederle al Estagirita al menos que tuvo razón en apuntar (como harían muchos otros después, entre ellos Rousseau, compatriota de ese tal Bastiat) el hecho de que es la familia el primer modelo de “sociedad” humana, ya sea esto en lo histórico como en lo formal.
Es en la familia un hecho también (y esto no lo someteré a crítica) que existen ciertas exigencias materiales por parte de un grupo hacia otro, en particular de los hijos a sus padres. Tales pueden muy bien ser alimenticias, de vestimenta, de techo, etc. Si el Estado es una ficción que justifica moralmente exigencias materiales gratuitas, ¿es entonces la familia otro tanto? ¿O hay en la “obligación de la madre” de alimentar a su hijo algo más que la satisfacción de un deseo ilegítimamente impuesto por el lactante mediante la apelación a falsos “derechos”?
Nada obliga a una madre (o a un padre, o a dos madres y dos padres; no quiero ser heteronormativo en esto) a alimentar a su hijo. Pero cuando no lo hace, el niño muere y no hay ya “familia”. Por lo tanto la “familia” no es una ficción que justifica la concesión de derechos sino el resultado de dicha concesión; es, por lo tanto, fruto de una convención y asunción de roles.
Lo mismo podemos decir de las sociedades. Un grupo humano puede someter a otro por medio de la violencia, pero si no se provee la obediencia del otro, sólo obtendrá masacrar hombre tras hombre hasta que no quede ya hombre que masacrar y no haya sociedad posible. En la asunción de roles de todo tipo (entre ellos económicos, origen de las Clases Sociales) se sustenta la existencia de un orden social y el Estado es la abstracción (la ficción, si se quiere) que armoniza estos acuerdos.
No veo cómo encaja en la visión ficcional y estrictamente coercitiva del Estado que el señor Kaiser propone la existencia de bienes públicos y de instituciones civiles. Posiblemente no las crea necesarias y sueñe (como su admirado Bastiat parece hacerlo) con un mundo pacífico y liberal donde la “mano invisible del mercado” nos lleve por la senda segura del progreso científico y tecnológico hacia un mayor bienestar social, libre y democrático. Pero en la forma como vemos las cosas las personas que vivimos en el siglo XXI el Estado debe proteger y asegurar nuestro bienestar aquí y ahora, y qué sea tal bienestar surgirá (como es verdaderamente democrático hacerlo) de la reflexión que la sociedad pueda hacer respecto de sí misma y sus necesidades particulares.
Él dice: la diferencia esencial entre un derecho colectivo o "social" y derechos negativos, como la libertad de expresión, la vida o la propiedad, es que los primeros, al referirse a bienes económicos, exigen que alguien sea forzado a trabajar para satisfacerlos. Esta afirmación, por el hecho de considerar a la educación como un bien económico, es falsa. El Estado en tanto institución cobra impuestos y por lo mismo paga sueldos. Nadie será forzado a trabajar como profesor para los pobres cabros, como las caricaturas de los sistemas socialistas les achacan a estos últimos.
Ya al margen de todo y como breve apreciación personal me sorprende y me parece lamentable la incapacidad de personas como mi amigo de nombre alóctono de ver y entender problemas, abordar temáticas y adoptar una postura crítica frente al mundo en que vivimos. Es triste ver como se suele olvidar que, en última instancia, esto se trata de personas que viven y que -sea por naturaleza o casualidad- se ven obligadas a vivir juntas.
Ya es, de cualquier forma, una victoria moral del movimiento estudiantil el haber conseguido que se den esta clase de discusiones. Nos permiten ponernos al tanto del tipo de personas con las que tenemos que compartir esta estrecha y -por estos días- fría franja al este del océano pacífico.
Buenas noches.

Inti Målai Perdurabo

10 comentarios:

  1. Podrias hacer un resumen de tu perorata?
    Cuales son tus conclusiones personales de todo esto?

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    1. Presto para la descalificación, flojo para leer. Típica actitud del derechista reaccionario tradicional.

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  2. Todavía existe guns and roses. Y con el mismo vocalista de siempre! :)

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  4. Excelente comentario. Me gustó sobre todo la parte en que te refieres a la familia, y la exigencia material de unos grupos a otros dentro de esta. Ahora bien, que la familia sea fruto de una "convención", como la entiende el Derecho, es una premisa problemática. Hay un componente instintivo, que difícilmente puede ser un pacto voluntario, como requiere una convención. Pero lo que debemos concluir, entonces, es que toda convención, no solo la que nos hace asumir un rol en la familia, emana de una fuente instintiva y, por definición, obligatoria. El hombre es un ser social, y no está compelido a asumir roles solo en su familia, sino con todos los otros humanos que lo rodean. Las convenciones son, de hecho, el resultado de ser impelidos instintivamente a asumir un rol acordado con otros. Toda convención voluntaria tiene un elemento de obligatoriedad primigenio. ¿Por qué? Porque los roles que se asumen son los papeles que se determinan en una empresa particular: la empresa de la supervivencia. Se puede optar a convenir con alguien y a no hacerlo con otros, pero si optamos por no hacerlo con nadie, tarde o temprano, morimos. Puede, de hecho, que hayan existido quienes no pactaron con nadie, pero están muertos, y hace tiempo que quedamos solo los que sí pactamos.

    La familia, las empresas, el Estado, son los resultados de haber convenido y asumido roles, pero su causa es una que existe ineludiblemente en todos nosotros, por ser seres interdependientes, simbióticos. Ciertamente, el instinto que obliga a "convenir" roles en una familia es más poderoso, pero es porque lleva mucho tiempo arraigado en nuestro código genético, ya que se trata del proyecto en el que los seres vivos se asocian entre ellos que ha demostrado ser el más efectivo, hasta el punto de ser imprescindible en muchos casos, para obtener el primer resultado a buscar: mantenerse en la existencia. Esto es así desde antes que el hombre sea hombre. De hecho, desde antes de los primeros mamíferos, reptiles y anfibios. Es así desde las primeras células.

    El instinto que lleva a los humanos a convenir roles con otros, fuera de la familia, es de inscripción mucho más reciente, pero tampoco exclusiva del hombre. Pero el salto a que esas convenciones de roles dentro de una manada sea en empresas comerciales, o el Estado moderno, es grande. ¿Hay una causa instintiva, inscrita en los genes? Definitivamente no. Pero puede que entre los humanos ya no opere solo la selección natural genética, sino también la cultural. Las sociedades que no se organizaron en Estados fueron absorbidas por estos, y si algunas quedan que no lo han sido, en cualquier momento pueden serlo.

    Así como no existe un instinto que nos lleve a organizarnos en los modernos Estados nacionales, tampoco hay uno que nos mueva a organizarnos en un gobierno mundial. Ni siquiera solo en algunos ámbitos, como una coordinación global para el cuidado del medio ambiente. Pero culturalmente existen esas organizaciones, y que abarcan más que lo puramente ecológico; la ONU es el mayor ejemplo.

    El asunto es que, en un futuro, puede que lo que haya producido como resultado la "selección cultural", defina completamente nuestro resultado en cuanto a la selección natural “genética” como especie en su conjunto. Una coordinación global puede impedir un desastre ecológico que nos amenace con hacernos desaparecer. Propender a asegurar la educación como un derecho para todos, podría determinar que en un evento de cataclismo cósmico futuro exista el conocimiento acumulado, durante años en que todos han gozado de buena educación, que permita salvarnos de tal desastre. Un resultado de la selección cultural que nos lleve a la falta de esa coordinación mundial en un grado suficiente, o a la carencia de educación de calidad en algunos sectores de la población, que tenga como resultado que no se haya dado con el conocimiento suficiente, puede, en cambio, condenarnos, irremediablemente, a la extinción.

    Vicente Gutiérrez Toro.

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    1. Victor, muy interesante y compartida reflexión. Sin caer en las descalificaciones es que los grupos de seres humanos lograremos ponernos de acuerdo para avanzar en soluciones cada vez mejores para todos. Este Sr Kaiser claramente perdió la mirada del bien común como fórmula para mantener a una sociedad unida. Saludos
      José Domingo Marquez Zambrano

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  5. Esta, y otras cosas, las abordo también en mi propia respuesta a la columna de Kaiser, que puedes leer en mi blog: ciberdemocraciachile.blogspot.com

    En cuanto a los sueños liberales de Kaiser, permíteme advertirte que a él, junto a muchos otros que rondan por twitter, deberíamos dejar de llamarlos "liberales" o "libertarios", dejar de asociarlos con la libertad. Es más correcto llamarlos anarcocapitalistas. Sus ideas implican la abolición del Estado, del pacto social, y la vuelta al estado de naturaleza, en el que el más fuerte se impone al débil. No digamos que es una mirada egoísta nada más, porque todos somos egoístas antes de todo. Pero, si se quiere, algunos somos "menos" que como quieren que seamos según esas ideas. Lo que debemos decir, a la luz de lo explicado en la primera parte, es que es, antes que cualquier cosa, una mirada cortoplacista.

    Vicente Gutiérrez Toro.

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  6. Se agradece, justo el antiácido que necesitaba luego de leer la terrible columna del Mr. Kaiser

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  7. Esto lo comenté ayer en El Mercurio y a alguien le pareció inconveniente publicarlo:

    Axel, es probable que en tu intrincado mundillo monrovista -donde tú pones las reglas y seguramente te diviertes a lo ancho- esta teoría funcione. Implementarla al mundo real es otra cosa.

    Equivocadamente calificas la educación como un "derecho social", siendo ésta ratificada en cualquier legislación, tratado o decreto (desde luego, en países donde la educación ha sido asumida de esta forma) como un derecho personal. En dichos textos no se encuentra algo como "Toda sociedad tiene derecho a la educación" sino "Toda PERSONA tiene derecho a la educación". Tú, en cambio, decidiste catalogarlo de una manera mítica, falsa e inexistente, y el resto de tu artículo se fundamenta, risiblemente, en dicha mentira.

    Si tu teoría se pusiera en práctica, comenzaríamos a ver países donde existiera un 80% de analfabetismo (y la concomitante parafernálica de la inculturización, ausencia de valores, desintegración familiar, social y delincuencia generalizada) porque "la educación no es un derecho". Imagina una nación en tal situación y por favor háblanos de nuevo sobre el "grupo en general indeterminado de individuos sin ofrecer una contraprestación a cambio". No amigo. Tu enfoque es inviable aquí y en Júpiter.

    De hecho, tal propuesta ha sido aplicada en el pasado. Hablo de aquella época monárquica de nobles, feudos y campesinos que (en su ignorancia) estaban convencidos de que sus gobernantes eran impuestos por Dios. En dichos días la educación no era un derecho sino el privilegio de unos pocos.

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